Lo peor y lo mejor de Estados Unidos ha quedado en evidencia en las últimas semanas. Lo peor es el abuso policial, problema de larga data que ha desatado protestas por todo el país. Lo mejor ha sido menos comentado, pero inspira optimismo nacional en momentos en que hace falta y promete traer enormes beneficios a la humanidad.
El 30 de mayo, EE.UU. hizo historia cuando la empresa de Elon Musk, SpaceX, lanzó dos astronautas al espacio. No solo fue la primera vez –en casi una década– que se logra esta hazaña desde territorio estadounidense, sino que también fue la primera vez en la historia en la que el sector privado llevó a los astronautas alrededor de la Tierra. Abrir las puertas a la competencia y a la iniciativa privada en el transporte espacial es un cambio revolucionario.
Esta revolución empezó en EE.UU. en años recientes. Ya el transbordador espacial se había retirado en el 2011 y algunos grupos privados empezaron a incursionar en el espacio con cohetes, desde que se empezó a legalizar su participación en el 2004. Aun así, el gobierno federal apostaba por su propio programa de transporte espacial que reemplazaría al transbordador y costaría decenas de miles de dólares.
El experto aeroespacial Robert Zubrin resalta el hecho de que Musk no solo ha creado un sistema aeroespacial novedoso, sino que también lo ha podido hacer “en un tercio del tiempo de lo que planeaba el gobierno federal y a menos de un décimo del costo”. Ahora, se está dando una carrera espacial internacional en la que participan empresas de varios multimillonarios –entre ellos Blue Origin, de Jeff Bezos, y Virgin Galactic, de Richard Branson– y las de otros empresarios ingenieros que han podido levantar fondos. En el 2019, cientos de proyectos espaciales recibieron inversiones privadas que sumaban US$5,8 mil millones.
Zubrin cataloga los avances que ha traído el fin del monopolio estatal del espacio. Desde los años 60 hasta el 2009, el costo de un lanzamiento al espacio quedó en US$10.000 por kilo. SpaceX lo ha reducido a US$2.000 por kilo y apunta a bajarlo a US$500. La caída en ese costo implica un incremento importante de satélites lanzados al año que, a su vez, implica una reducción de costos de naves espaciales dadas las economías de escala.
El costo del transporte espacial comercial todavía es alto comparado con el de los aviones comerciales. Pero según Zubrin, con el uso de vehículos de lanzamiento reusables como los que utiliza SpaceX, se podrían crear puertos de lanzamiento y aterrizaje en el mar por un costo semejante al de los boletos aéreos más caros de ahora. En la medida que se puede extender ese mercado de transporte también se podrá empezar a producir componentes de cohetes y otros sistemas espaciales en masa. Eso también contribuirá a la caída de precios y al incremento en su uso.
Es así –a través del emprendimiento privado y la competencia– que Zubrin anticipa un futuro en el que uno pueda “viajar desde cualquier parte de la Tierra a cualquier otra parte en menos de una hora”. Es así, también, que se facilitarán viajes regulares a la Luna, Marte y más allá.
Parece una fantasía de ciencia ficción, pero no lo es. Se trata de grandes avances que beneficiarán al comercio internacional, nuestro conocimiento científico y al bienestar humano en general. Cuando Musk lanzó a los astronautas al espacio el mes pasado afirmó que “América es la tierra de la oportunidad –no hay ningún otro país donde podría haber hecho esto–”. Palabras muy ciertas que, en medio de la turbulencia nacional, cobran un significado especial.