El autoritarismo se esconde en lugares curiosos. Como, por ejemplo, en una columna del académico Steven Levitsky.
El profesor estadounidense equiparó en su artículo dominical de “La República” al abusivo atropello a la libertad de expresión vivido en Venezuela y Ecuador con la situación de que el Grupo El Comercio, en asociación con el Grupo Epensa, concentre alrededor del 80% de las preferencias de los lectores peruanos. Para Levitsky, esta última situación es antidemocrática, “desagradable”, “peligrosa” y, siguiendo a Humala, “una vergüenza”. Según él, aparentemente, en lo que respecta a la libertad de expresión los accionistas de El Comercio cometerían atrocidades similares a las que cometen los líderes del chavismo.
La diferencia entre lo que sucede en Venezuela y el Perú, sin embargo, es bien sencilla. En Venezuela el chavismo acaparó los medios arrebatándole las licencias a los canales opositores, multando a quienes criticaban al gobierno, restringiendo el acceso de los diarios al papel y persiguiendo a los dueños de medios que no eran sumisos. El gobierno concentró los medios a la fuerza, a patadas, a la bruta.
En cambio, en el Perú, la situación de concentración de alrededor del 80% de la lectoría (no de los medios) en los diarios de los grupos El Comercio y Epensa que tanto le incomoda a Levitsky se ha producido por libre decisión de los ciudadanos. Diariamente ellos deciden qué diarios comprar. Por voluntad propia, concentran y desconcentran diarios a su gusto. En el 2002,de hecho, el Grupo El Comercio tenía solo el 10% de la lectoría, pero supo ganarse las preferencias de más lectores. No los obligó. Los convenció con productos que ellos prefirieron.
En este tema la discusión es si debemos respetar las decisiones de los peruanos o si el Estado debería imponer las elecciones que a un burócrata le parezcan correctas, restringiendo las operaciones comerciales de algún medio.
Levitsky está del lado de quienes apuestan por esta segunda opción. Él será un demócrata, pero se parece a Maduro en que ambos creen que el gobierno debe ‘corregir’ las decisiones libres de los ciudadanos.
Los motivos de ambos para defender la participación del aparato estatal, por supuesto, son distintos. Levitsky busca que el Estado intervenga no porque quiere que se abuse del poder como lo hace Maduro, sino porque cree que la mayoría de peruanos somos una suerte de tontos estafables, a quienes un grupo mediático manipula a su antojo. Cree que somos mentecatos que no pueden contrastar las noticias y opiniones de los diarios del Grupo El Comercio con otras alternativas informativas a escala nacional: más de 50 otros diarios, 301 canales de televisión, aproximadamente 1.000 radios, 200 revistas y 87 portales digitales.
Levitsky cree en ‘reyes filósofos’ que pueden diseñar regulaciones ascépticas. Propone encargar a algún notable (¿estará pensando en él mismo?) la regulación de los medios. Pero pierde de vista que no importa qué tan iluminado sea el encargado, pues el encargo será desconocer las decisiones de los ciudadanos. Bien advirtió Popper que los ‘reyes filósofos’ conducían a las sociedades a formas de autoritarismo porque le robaban su poder de elegir al pueblo.
Déjeme hacerle una pregunta, señor lector. ¿Por qué el iluminado profesor Levitsky se podría dar cuenta de si es un error comprar o creerle a este Diario y usted no? ¿Es él increíblemente brillante y el resto de nosotros unos pobres tontos? ¿O será, en cambio, que su falta de respeto por las decisiones ajenas lo lleva a proponer estas medidas autoritarias?