Diana Seminario

se da el lujo de hacer campaña política como si no estuviera inhabilitado, de lucirse en pijama mientras graba videos para TikTok, de negar lo evidente respecto de los documentados testimonios sobre corrupción. Vizcarra se siente –¿o se sentía?– intocable. Cree que la justicia no lo alcanzará. Tiene demasiados amigos y le deben muchos favores.

Sin embargo, las abrumadoras evidencias de que le habría robado al país groseramente le están haciendo perder su cínica sonrisa. En los últimos días, se han hecho públicas declaraciones de que Vizcarra recibía la coima en Palacio de Gobierno y su entorno más cercano era su cómplice, no solo para administrar el dinero mal habido, sino para instalarse en puestos claves del gobierno.

No fue casual que Vizcarra eligiera ser ministro de Transportes y Comunicaciones durante el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski. El MTC es el botín de los corruptos, un “monstruo de presupuesto”. Si no, pregúntenle al prófugo Juan Silva. Ya presidente, ‘Lagarto’ puso a hombres de su entera confianza en esa cartera: Edmer Trujillo y Carlos Estremadoyro, a quienes trajo desde Moquegua, trasladando al Ejecutivo su modo de operar corrupto como gobernador. A este entorno lo llamaban “la muralla moqueguana”.

El blanco era Provías, desde donde dirigían licitaciones. La fiscalía viene investigando tres de ellas y, por ello, ha allanado 17 inmuebles y detenido a cinco personas, incluido Carlos Revilla, exjefe de Provías Descentralizado.

El Ministerio Público ha denominado a la banda de la que Vizcarra es el presunto cabecilla como Los Intocables de la Corrupción, y es que no podían haber escogido mejor nombre. Al expresidente que se vacunó a escondidas mientras miles de peruanos morían por su pésimo –y al parecer corrupto– manejo del COVID-19, no le pasaba nada. El que dirigió los testimonios de sus colaboradores ante el Ministerio Público se sigue creyendo presidenciable, el que traiciona a sangre fría se siente intocable.

Los delitos que se le atribuyen a Vizcarra a estas alturas ya no sorprenden. Desde esta columna nunca dejamos de señalar sus tropelías y atropellos, como cuando cerró el Congreso de modo irregular el 30 de setiembre del 2019 con el aplauso de más de uno que se dice “demócrata”, o cuando fue bien vacado en noviembre del 2020, pues para entonces los indicios de corrupción de su época como gobernador eran inocultables.

Quienes lo encumbraron le deben una explicación al país y un pedido de disculpas, y son los mismos que pretenden darnos lecciones de democracia y moralidad. ¡Fuera!

Está en manos del fiscal de la Nación, Juan Carlos Villena, elaborar una denuncia constitucional y enviarla al Congreso para que la inmunidad de la que aún goza Vizcarra como expresidente le sea levantada.

La verdad siempre encuentra su cauce y la justicia –tan esquiva en nuestro país– tiene ahora la gran oportunidad de sancionar al hombre que envilece la política.

Parece que por fin Vizcarra podría dejar de ser un intocable. Ver para creer.

Diana Seminario es periodista