Mabel Huertas

Expresidente, inhabilitado y con posibilidades de ir a prisión. Ese es el estatus de Martín Vizcarra, a quien el apodo “Lagarto” parece no incomodarle. Muy por el contrario, ha encontrado una manera de transitar hacia la popularidad que ofrecen las redes sociales a través de videos en TikTok, capitalizando un bochornoso episodio íntimo y los escándalos de su cuestionada administración.

Hace algunos días, el investigado Vizcarra ha celebrado tener más de 300.000 seguidores. Un video en el que narra su rutina de aseo personal, en pijama y desde su baño, posee más de un millón de vistas. El líder del partido Perú Primero –inscrito ante el Jurado Nacional de Elecciones y apto para participar en los próximos comicios– está construyendo una plataforma virtual con base en recetas de cebiche, ‘storytimes’, paseos dominicales y actividades deportivas. La trivialización de la política ha encontrado en Martín Vizcarra un buen exponente.

El bautizado “bebito fiu fiu” supo sacarle provecho al escándalo de una supuesta infidelidad, en un país en el que se entregan medallas al avispado romántico que logra salir airoso de una aventura amorosa. Pero Martín Vizcarra da pasos más avezados, pues ha desbloqueado un nuevo nivel de cinismo político adoptando al reptil escamoso con el que se le asocia como la mascota de su movimiento. “Soy un lagarto a mucha honra”, dijo hace unos días en una entrevista, sin que le recuerden que el apelativo lo persigue desde Moquegua por su carácter frío, calculador y rastrero.

Los argumentos del sobrenombre están largamente documentados en el libro de Carlos Paredes, “El perfil del lagarto”, y van desde su controversial irrupción en la política regional desde el seno del Apra, los casos de corrupción en los que está envuelto y su extraña relación con Richard Swing hasta su cuestionable manejo de la pandemia, incluyendo su inmoral vacunación.

Pero, más allá de valoraciones éticas, es el sistema de justicia el que decidirá si el ‘influencer’ Vizcarra seguirá generando contenido desde prisión. El lunes se inició la fase de control de acusación en la que el Poder Judicial evaluará si el expresidente va a juicio para enfrentar un pedido de 15 años de cárcel por presuntas coimas realizadas mientras era gobernador regional por los proyectos Lomas de Ilo y Hospital de Moquegua.

Las denuncias no han sido archivadas, contrario a la falsa noticia que intentó sembrar el mismo Vizcarra días atrás. Lo cierto es que resulta un proceso larguísimo en el que el Poder Judicial tardó 10 meses para iniciar la presente fase y tardará otro tanto más para definir su posición respecto de un eventual juicio y, finalmente, de un fallo.

Mientras ello sucede, Martín Vizcarra, impedido de participar formalmente en política por la inhabilitación impuesta por el actual Congreso, continuará ejecutando su plan de degradarla para su beneficio, subiendo los ‘trends’ de moda con ansias de ‘likes’, alimentando la insustancialidad del debate público y el olvido de los electores.

Mabel Huertas es socia de 50+Uno, grupo de análisis político

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