Diana Seminario

La amenaza estaba sobre la mesa. Era el lunes 30 de setiembre del 2019 y el Congreso se disponía a sesionar para elegir a los miembros del Tribunal Constitucional en cumplimiento de sus atribuciones legales. La noche anterior, el presidente , en una entrevista con el programa “Cuarto poder”, desenvainaba la espada y apuntaba directamente al Congreso.

Fue el mismo 30 de setiembre –y antes de que se perpetrara el zarpazo a la – que publiqué una columna de opinión en este Diario bajo el título “”.

“Anoche el presidente Martín Vizcarra admitió que, si esta mañana el Congreso decide cumplir con elegir a los nuevos miembros del Tribunal Constitucional, considerará denegada la cuestión de confianza anunciada el viernes y, por tanto, procederá a la disolución del Congreso.

Lo que no dice el jefe del Estado –quizá porque no se lo preguntaron– es en qué consiste la tan mentada tercera ‘cuestión de confianza’, que él asume desde ya que le será denegada. Nos preguntamos: ¿cómo puede rechazarse algo que no ha sido presentado oficialmente?

Lo cierto y concreto es que el oficio firmado por Salvador del Solar dirigido al presidente del Congreso, Pedro Olaechea, y entregado el viernes por la tarde en el Parlamento dice escuetamente: ‘En la primera oportunidad que se reúna el pleno se me permita plantear a nombre del Consejo de Ministros una cuestión de confianza’”, se lee en la columna.

Esos fueron los hechos que precedieron al golpe, el mismo que se consumó el 30 de setiembre en el preciso momento en que el Parlamento le otorgaba la confianza al Gabinete de Salvador del Solar.

Cómo olvidar que Del Solar irrumpió a patadas en el hemiciclo y un muy servicial Gino Costa le cedió la palabra para que presentase una irregular cuestión de confianza.

Cómo olvidar a los “malabaristas” del derecho inventando figuras como la “denegación fáctica” para avalar un golpe de Estado que –desgraciadamente– contó con el apoyo de muchos de los que hoy se llaman demócratas y varios medios de comunicación.

Qué fácil es envolverse ahora en el manto de “demócrata y defensor del Estado de derecho” para defender intereses personales cuando nunca supieron sostener principios. La coherencia es una palabra que no existe en su diccionario.

En la columna que cito líneas arriba, hicimos la siguiente precisión:

“‘De ser denegada la confianza, tendríamos que actuar según la Constitución’ [decía Vizcarra]. Eso no es exacto. ¿Podría decirnos qué artículo de la Constitución establece que se ‘interpreta’ que se ha denegado la confianza cuando esta ni siquiera se ha presentado?

No nos dejemos engañar por ‘falsos demócratas’. Si el presidente Martín Vizcarra concreta lo que anoche anunció en una entrevista, se estaría configurando un golpe de Estado. Nos gusten o no los congresistas, la institución parlamentaria se respeta”.

Han pasado cuatro años y no le cambio una coma a lo escrito entonces. Más bien, añado que ese fue el inicio de un período muy oscuro de nuestra historia donde algunos prefirieron poner en pausa sus principios democráticos para rendirse ante un sujeto inescrupuloso, canalla y corrupto que solo les sirvió como instrumento de persecución a sus enemigos políticos y que, además, supo recompensar muy bien ciertos respaldos.

No te puedes llamar demócrata si celebraste el golpe de Vizcarra

Porque, te guste o no, ¡fue golpe!

Diana Seminario es periodista