Montesinismo en acción, por Fernando Rospigliosi
Montesinismo en acción, por Fernando Rospigliosi
Fernando Rospigliosi

A pesar de las advertencias y denuncias, el presidente Ollanta Humala sigue arrollando la institucionalidad del Ejército (EP) para imponer un número desproporcionado de sus compañeros de promoción en la cúpula militar, tal como hiciera Vladimiro Montesinos en la década de 1990.

Desde el comienzo de su mandato empezó a manipular las instituciones para ubicar y beneficiar a oficiales caracterizados por su adhesión personal a él o su entorno militar y no por sus méritos. Coincidió que durante su gobierno a sus compañeros de promoción les tocaba ascender al grado de general de brigada –como coincidió que en los 90 correspondía el ascenso a los compañeros de Montesinos–. El asunto es que Humala promovió al grado de general de brigada a un número desmedido de sus amigos, 22 en total.

Paralelamente echó del EP a los que le incomodaban, como el coronel Oswaldo Zapata, y pasó a retiro a otros que obstaculizaban el ascenso de sus compañeros. Exactamente la misma técnica que usó Montesinos. (Ver Fernando Rospigliosi, “Montesinos y las Fuerzas Armadas: cómo controló durante una década las instituciones militares”, IEP, 2000).

El resultado es que hoy día las “promociones de Ollanta y Antauro Humala tienen 35 generales de brigada” (Ángel Páez, “La República”, 6/10/15), casi la mitad de un total de 74 en ese grado. Un número excesivo de generales, dicho sea de paso, para una institución relativamente pequeña.

Para posibilitar el ascenso de sus compañeros de promoción a general de división, Humala modificó las normas legales. Antes se requerían 5 años en el grado anterior para ascender y sus amigos recién hubieran estado aptos el próximo año. Entonces redujo arbitrariamente el requisito a 4 años, exclusivamente para poder promoverlos ahora, cuando todavía es presidente: “Los condiscípulos del jefe del Estado de la promoción Héroes de Pucará y Marcavalle 1984 ascenderán a general de división con solo 4 años en el grado de general de brigada, cuando el promedio es entre 5 y 6 años, gracias a la modificación de la ley que hizo el Ejecutivo en el 2013”. (Ángel Páez, “La República”, 9/10/15).

Esto a pesar de que el mismo Humala ha ampliado el tiempo de permanencia en el Ejército a 40 años. Es decir, si los oficiales estarán más años en actividad es un contrasentido reducir el tiempo requerido para el ascenso. Es muy obvio que se trata de una maniobra política para favorecer indebidamente a sus amigos.

El ministro de Defensa, Jakke Valakivi, y el primer ministro Pedro Cateriano, que antes ocupó ese cargo, han tratado de justificar esta manipulación sosteniendo que es legal. Cierto, es legal porque Humala modificó abusivamente las normas precisamente con la complicidad de ellos.

Usualmente ascienden a general de división uno o, máximo, dos de una misma promoción. Humala va a ascender a cuatro de su promoción. Dos tercios de los nuevos generales de división que ascenderán ahora serán de su grupo, algo insólito en el EP. Peor todavía si, como se ha explicado, no correspondía ascender a ninguno este año.

Como se ha preguntado Juan José Garrido, “¿Por qué, a estas alturas, el gobierno está dispuesto a perturbar a una institución clave en nuestra arquitectura democrática, y electoral, como han señalado muchos?” (“Ascensos truchos”, “Perú 21”, 9/10/15).

Iván Slocovich ha recordado que “Montesinos colocó en puestos claves a sus amigotes a fin de asegurar la reelección de Alberto Fujimori y, finalmente, para cubrir su escape en el velero Karisma” (“Manoseo en el Ejército”, “Correo”, 9/10/15).

La pregunta de por qué Humala quebranta tan groseramente la institucionalidad del Ejército sigue pendiente. Lo único cierto es que nada bueno se puede esperar de esta oscura maniobra.

Por cierto, los hechos descritos solo confirman los antecedentes de Humala, al que Javier Diez Canseco definió el 2006 como “caballo de Troya del montesinismo”. Y la realidad de su gobierno. La manipulación de la Policía Nacional –retiró a una treintena de generales el 2011 para poner a un obsecuente al mando–, la todavía no descifrada relación con el operador montesinista Óscar López Meneses, el uso de la DINI para espiar a medio mundo, etc.

El único consuelo es que los discípulos e imitadores son menos hábiles que el maestro, y que posiblemente terminarán en un lugar similar al que habita él.