En la década de los 80, un hombre esmirriado y narizón hacía su entrada en la pantalla de la novedosa televisión a colores cada vez que su jefecito lo llamaba a gritos: “¡Felpudiiiiiini!”. El personaje encarnado por el actor Rodolfo Carrión era el estereotipo del adulón de un jefe mediocre, al que le cumplía todos los caprichos y no perdía oportunidad para halagarlo exageradamente. Era capaz de hacer cualquier sacrificio por su jefe con tal de mantener el puesto de trabajo al que llegó sin ningún mérito.
La referencia al patético personaje quizá sea desconocida por las nuevas generaciones aficionadas al TikTok. Pero a esta columnista cuarentona, nostálgica de los programas del ayer, se le vino a la cabeza este clásico de la comicidad peruana, pues últimamente hay personajes que aspiran esforzadamente y sin rubor a convertirse en el referente actual del dedicado secretario que le cubría todas las artimañas a su jefecito.
En este ensayo sobre la mediocridad que escribe Dina Boluarte todos los días en nuestro país, se describen personajes pintorescos, canallescos, frívolos, desvergonzados. Y otros que, precisamente, nos recuerdan a ese personaje de los 80 e intentan a pinceladas burdas pintarnos un escenario irreal con argumentos desopilantes.
“A lo mejor la presidenta lidera una encuesta para la elección presidencial”, ha sido la insólita frase que el ministro de Educación, Morgan Quero, lanzó la semana pasada cuando la prensa le consultaba por la bajísima aprobación de la mandataria. Pero el ministro fue aún más lejos. El hombre de confianza de la presidenta Dina Boluarte dijo estar reflexionando sobre un eventual cambio en la Constitución para que los presidentes puedan reelegirse. Nadie puede negar que Quero cumple con máxima eficiencia su labor de fiel escudero.
El problema es que, a diferencia del personaje de “Risas y salsa”, el ministro no da risa y esta no es una serie cómica. La incapacidad alimenta tragedias. Hace algunos días, Quero, quien aparenta tener gran debilidad por los flashes y las cámaras, con aires de superioridad intelectual, realizó un remedo de hipótesis sociológica respecto de lo que, en blanco y negro, son violaciones sexuales sistemáticas a menores de edad en una comunidad tan vulnerable como lo es la awajún. Quero es mejor escudero que ministro, sin duda.
El final del sketch de “El jefecito” siempre era el mismo. Felpudini arruinaba los planes de su jefe y entonces se revelaba que la lealtad era falsa; en realidad, lo despreciaba y gozaba cada vez que su jefe caía en desgracia.