Otros efectos de El Niño, por Ian Vásquez
Otros efectos de El Niño, por Ian Vásquez
Ian Vásquez

Estamos advertidos de que esta vez el fenómeno de El Niño podría ser especialmente intenso y dañino. El gobierno acaba de incrementar el presupuesto nacional en 6,6%, en buena parte para enfrentar la esperada adversidad.  

Deberíamos también estar atentos, sin embargo, a otra amenaza que suele acompañar a las catástrofes causadas por el clima: gastar plata pública de manera y a niveles imprudentes en nombre de proteger y asistir a los más necesitados.

Este peligro no solo afecta a países pobres sino también a los ricos, donde está mejor documentado. Estados Unidos provee lecciones importantes. El huracán Katrina que destruyó Nueva Orleans en el 2005 y demostró la incompetencia asombrosa del gobierno federal y los gobiernos locales en atender la emergencia, terminó costando US$120.500 millones al gobierno federal. La ineficiencia, fraude y sobrecostos relacionados han sido bien estudiados. Edward Glaeser, de la Universidad de Harvard, sugirió que podría ser mejor gastar un monto limitado en infraestructura y darle a cada residente de la ciudad un cheque por US$200.000 para que se mude o reconstruya su vida como le convenga. 

El caso de Katrina fue extremo, pero el problema del malgasto público es generalizado y sistemático. Según el politólogo Andrew Reeves, por ejemplo, los récords muestran que los presidentes estadounidenses declaran el doble de zonas de emergencia (lo que significa gastos federales) en los estados políticamente competitivos en comparación con los no competitivos. Además, documenta que en años electorales, los presidentes son más propensos a decretar gastos relacionados con desastres naturales. 

No es que no debería haber gasto público para enfrentar catástrofes naturales, pero el problema es que al ser excesivo produce resultados que son peores que la mera ineficiencia y desperdicio. Crea incentivos perversos y mina los objetivos del gasto. El mejor preparativo ante el riesgo es estar asegurados, pero en EE.UU. este ha sido subsidiado y proveído por el gobierno federal para ciertos fenómenos, como, por ejemplo, las inundaciones. En lugar de señalar que es muy riesgoso vivir en ciertas zonas, el seguro barato y subsidiado alienta a que se construyan viviendas en zonas de alto riesgo. En vez de prevenir, se termina gastando un montón luego de un desastre. 

Esto afecta toda la costa de Florida y otras partes de la costa este del país que son afligidas por huracanes. Además del riesgo excesivo, Omri Ben-Shahar, de la Universidad de Chicago, documenta cómo, dado que es más caro vivir cerca del mar, la gente más afectada por huracanes y más subsidiada por el gobierno, tiende a ser gente pudiente y no gente de menores recursos. El programa federal formaliza la redistribución de riqueza desde abajo hacia arriba.

Si las distorsiones en el gasto público son tan graves en el caso de un país avanzado como EE.UU., vale la pena preguntar: ¿qué hay de la calidad del gasto relacionado con El Niño en el caso del Perú? ¿Se estará invirtiendo insuficientemente o de manera desmesurada en ciertas categorías o ciertas zonas por razones políticas? ¿Qué tanta corrupción fomentará el aumento repentino del gasto? ¿Qué parte de las erogaciones oficialmente relacionadas con  El Niño serán absolutamente improvisadas o tendrán poco o nada que ver con el fenómeno? ¿Se están creando incentivos perversos de largo plazo por la manera en que responde el gobierno? 

Hay que hacer este tipo de preguntas. Estamos advertidos de no romantizar el gasto público, incluso cuando se trata de desastres climáticos.