Creo que es un derroche que el Perú destine más de mil millones de dólares para organizar los Juegos Panamericanos del 2019.
Una opinión impopular que sustento de la siguiente manera. De una parte, no considero que las competencias deportivas y todo el jubileo previo y posterior al evento sirvan efectivamente para dar un nuevo impulso sostenible a la ciudad y para que los limeños, por fin, amen y respeten su tierra. Simplemente no encuentro una relación entre los grandes problemas de la ciudad y la organización de este megaevento.
Adicionalmente, el costo fiscal va a ser enorme y concreto, mientras que los beneficios, fuera de los ingresos extraordinarios por turismo, son muy difíciles de estimar.
En particular, con el retraso que tienen las obras, será complicado hacer buenos concursos, negociar precios, cuestionar partidas adicionales. La edificación de toda la infraestructura va a ser como un ‘salad bar’ para contratistas y constructores.
Basta revisar la propuesta que Lima presentó a la Organización Deportiva Panamericana (Odepa) en el 2013 para anticipar la estrechez de plazos y las consecuencias económicas de los apuros.
Se prometió entonces una Villa Panamericana sobre un terreno de 43 hectáreas con 60 edificios. Un coliseo polideportivo para 4.000 personas que se iba a inaugurar en octubre del 2014. Un centro deportivo acuático que debió ver la luz en abril del año pasado. Un parque para ciclismo BMX, en San Juan de Lurigancho, que debió estar listo en marzo del 2014. Un velódromo. Una nueva piscina en el Campo de Marte. Un campo de hockey en Miraflores, que no se inauguró, como estaba previsto, en octubre del 2014. Un coliseo para el vóley, que debería estar listo en abril de este año, pero que aún no tiene primera piedra.
Esos eran los planes principales, pero todo ha cambiado y ahora hay otros, que no se conocen porque el documento no es público todavía. Hace tres años, el presupuesto de inversión y gastos operativos rondaba los 1.100 millones de dólares. Tenga la seguridad de que ese número solo se irá hacia el cielo, cuando lo conozcamos, y hasta las estrellas cuando las obras hayan terminado
Pero lo más importante no es eso, sino que se destine esa cantidad de dinero en un país pobre, plagado de necesidades. Ninguna de las prioridades urgentes en materia de salud, seguridad o educación será mínimamente satisfecha con este evento deportivo.
Esta plata, y sobre todo el esfuerzo focalizado de gestión que implica organizar los Panamericanos, bien pudo ponerse al servicio de nuestros hospitales públicos (Minsa, gobiernos regionales y Essalud). El informe de la Defensoría del Pueblo del 2013 sobre esta materia es para llorar: 50% de esos establecimientos no tienen el equipamiento adecuado para atender emergencias. Faltan sillas de ruedas, desfribiladores, baños, lavamanos, rampas. El 40% no tiene rayos X.
Los Panamericanos son seguramente un evento apoteósico; una honra para el país anfitrión y una fuente de celebración. Pero no ayudará a los pobres del Perú de forma relevante. No era una prioridad llevarlos a cabo.
Debemos pedirle a Toronto que los organice de nuevo. Ellos tienen la plata y la infraestructura. Que hagan los Juegos en solidaridad con los pobres del Perú. Y con esa plata y esa gestión arreglamos todos los servicios de emergencia de nuestros hospitales. Cuestión de tragarse el sapo y mandarles una carta: “Dear Canadians...”.