Alejandra Costa

Creo que ya estamos en capacidad de declarar el 2023 como un año perdido en materia económica. La incapacidad del Gobierno para trazar un rumbo propio y la ausencia de medidas que efectivamente muevan la aguja de las expectativas de los agentes económicos e impulsen la inversión privada nos ha llevado a que estemos a punto de entrar al penúltimo mes del año con una gran lista de preocupaciones y tan solo algunas fuentes de alivio.

Una de estas últimas es la decisión de la agencia calificadora Fitch Ratings de mantener la calificación crediticia del Perú en BBB, aún a dos escalones de distancia de perder el grado de inversión. Sin embargo, como advertía a este Diario hace unos días el exministro de Economía y Finanzas Carlos Oliva, bastaría que la calificación se rebaje un peldaño hasta BBB- para que la deuda de las principales empresas del país caiga al denominado grado especulativo o, como se dice coloquialmente, de ‘bono basura’, y que les sea incluso más caro financiarse.

Ese riesgo se ha evitado por el momento, pero Fitch ha mantenido la perspectiva de la deuda peruana de largo plazo en terreno negativo, es decir, que ve muy probable que tenga que rebajar la calificación en el futuro.

El culpable de estos riesgos es, vaya sorpresa, la incertidumbre política y la poca efectividad del Estado, que impiden que se aprueben reformas necesarias, dificultan la recuperación de la inversión privada y generan el riesgo de un mayor incremento del gasto público para sostener el crecimiento de la economía y para apaciguar a los sectores descontentos con el Gobierno.

Y las preocupaciones son muchas. Con las cifras en negativo en los primeros ocho meses del año, se ve como poco probable que el crédito suplementario por S/ 5.000 millones promulgado ayer sea la medida que permita girar el timón de las pesimistas expectativas empresariales de corto plazo o que modifique notablemente la trayectoria negativa de la demanda interna, en un contexto en el que ya hasta el propio ministro de Economía y Finanzas, Alex Contreras, utiliza la palabra “recesión” para describir el complejo estado de nuestra economía.

Los gastos e inversiones que financia el crédito suplementario podrían ser, como máximo, un flotador para que la economía no se siga hundiendo, pero, sin el impulso privado, cerrar el año sin un resultado negativo del PBI sería una excelente noticia. Ojalá esta medida al menos permita que estemos más preparados ante un eventual fenómeno de El Niño, pero esto dependerá de que se acelere de significativamente la ejecución presupuestal en todos los niveles de gobierno.

Contreras ha adelantado que la próxima semana el MEF anunciará nuevas medidas para reactivar la economía. Con el poco entusiasmo que ha generado el crédito suplementario, será fundamental que estas medidas sean de la magnitud que amerita la difícil coyuntura y no, como sucedió con la supuesta recuperación de julio, nos volvamos a quedar con los crespos hechos.

Alejandra Costa es curadora de Economía del Comité de Lectura