Con esas palabras, ‘prejuicio’ y ‘linchamiento’, el politólogo Alberto Vergara ha calificado la actitud limeña contra las regiones. Y si pidiéramos evidencia para sustentar la actitud negativa, con decir “Cajamarca” todo está dicho: mal gobierno, más pobreza, y una población que a todas luces no está apta para decidir su propio destino político. Pero ¿en realidad todo está dicho?
Una de las críticas recurrentes a los gobiernos descentralizados es que no saben ejecutar el gasto. Sin embargo, el gasto ejecutado por la región Cajamarca y por sus municipios se ha casi triplicado en los últimos seis años. El presupuesto aprobado ha crecido cada año, por lo que gastarlo totalmente es un reto continuo. Además, el presupuesto de las regiones aumenta considerablemente en el curso del año de ejecución. Así, el “presupuesto aprobado” para Cajamarca en el 2013 fue S/.1.937 millones, pero varias ampliaciones posteriores lo fueron aumentando y al final el “presupuesto modificado” terminó en S/.3.408 millones. De eso Cajamarca solo gastó S/.2.692 millones o 79% del presupuesto modificado, pero sobrepasó en 139% el presupuesto original. Cuando las aprobaciones modificatorias del Congreso y del Ministerio de Economía y Finanzas llegan ya empezado el año, ejecutar el 100% podría constituir, incluso, una irresponsabilidad. En todo caso, la capacidad de ejecución fiscal cajamarquina ha venido aumentando, desde un nivel de 68% en el 2001 a 79% en el 2013.
Se ha venido produciendo una recomposición democrática en Cajamarca; el gasto ejecutado por los 127 municipios distritales de Cajamarca ha crecido en casi ocho veces en los últimos seis años, superando largamente el aumento de 1,8 veces la ejecución del gobierno regional. Tanto en volumen como en porcentaje de ejecución, el aprendizaje gestor ha sido especialmente notable en los pequeños gobiernos distritales pese a sus carencias de capital humano.
Otro cuestionamiento es que, por su rechazo a las inversiones mineras, Cajamarca ha frenado el crecimiento que venía logrando en años anteriores. Pero, nuevamente, la crítica es solo parte de la verdad. Para el cajamarquino, lo más importante no es el PBI de su región, sino el ingreso que recibe su familia, y, desde el 2007, ese ingreso se ha elevado a una tasa anual de 6,8%, cifra sin precedente en la historia de la región y el doble del promedio nacional de 3,4%. Corroborando las cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática, una encuesta en veinte distritos de la región realizada por el Instituto del Perú descubrió que el jornal promedio se ha elevado de S/.9,90 diarios en el 2003 a S/.19,00 en el 2013, aumento que representa una mejora anual de 6,7%.
Hay varias posibles explicaciones de la diferencia entre el PBI regional y los ingresos de sus habitantes, incluida la fuerte mejora en los precios recibidos tanto por los productos mineros como por los agropecuarios, las transferencias realizadas por los programas sociales, la multiplicación de las obras productivas, y el hecho de que la minería impacta más en el PBI que en las familias. Solo 2% de ellas trabaja en minería, y la mayor parte del valor creado por la producción minera sale de la región. Sin duda, hay mucho que debe ser cambiado en Cajamarca, y sin duda el rechazo a la minería ha llegado a un extremo irracional, pero la mejor forma de mejorar la gestión política regional sería un esfuerzo desprejuiciado para conocer su realidad en forma más completa.