(Archivo El Comercio)
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Andrés Calderón

El es una profesión de alto riesgo. Centenas de periodistas mueren, son agredidos o amenazados alrededor del mundo. Un peligro más asolapado es el legal: el que se produce cuando los periodistas son enjuiciados y hasta encarcelados por quienes quieren silenciarlos. Querellar por “difamación” en el Perú es muy fácil, y condenar injustamente también.

Como leí por Twitter: luego de las denuncias de violación y abuso contra el Sodalicio de Vida Cristiana, por fin hay un condenado… El denunciante. Es decir, , autor de “Mitad monjes, mitad soldados” y principal investigador de los maltratos, organización y estructura de poder del .

Aún no se conoce la sentencia completa de la jueza Judith Cueva, quien solo ha adelantado el sentido de su fallo. Sí he leído, sin embargo, las querellas que ha interpuesto el arzobispo de Piura y Tumbes, , contra Salinas y , y no encuentro razones para condena alguna.

Los datos objetivos relacionados con el monseñor Eguren sobre los que han informado Salinas y Ugaz están sustentados en las investigaciones que ellos mismos han conducido o las denuncias e investigaciones realizadas por terceros. En este último caso se aplica la doctrina del ‘reporte fiel’ (reconocida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Suprema del Perú). Sería impracticable exigirles a Salinas y Ugaz comprobar la veracidad de las aseveraciones públicas de terceros. Su deber consiste en confirmar que tales afirmaciones ocurrieron. Y es verdad que el periodista José Enrique Escardó ha denunciado desde el 2000 los maltratos psicológicos que sufrió –y que no han sido negados– a instancia de Eguren. Como cierto es también que un reportaje de la cadena internacional Al Yazira y el libro “El origen de la hidra” de Charlie Becerra denuncian el involucramiento del Sodalicio y del propio arzobispo de Piura en un caso de desalojo violento y tráfico de terrenos en el norte del país.

Y en lo que respecta a las expresiones subjetivas o interpretaciones que realizan Salinas y Ugaz a partir de varios hechos comprobados, aquellas podrán no ser del agrado del señor Eguren, pero en eso consiste precisamente la libertad de opinión. “Los personajes públicos […], en aras del interés general en juego, deben soportar cierto riesgo a que sus derechos subjetivos resulten afectados por expresiones o informaciones de ese calibre” (Corte Suprema). Cuando se menciona que Eguren es corresponsable por la cultura de abusos que surgió y subsistió en el Sodalicio, se trata no de una calificación jurídica, sino de la apreciación válida de una persona que concluye que alguien que estuvo al lado de Luis Fernando Figari y Germán Doig desde el origen del Sodalicio, los acompañó por varios años, tuvo un rol de alto nivel en la organización y aún es miembro de ella, algo de responsabilidad debe tener por lo que pasó en su interior, ¿no?

Puede no gustarle a Eguren esa atribución ni alguna analogía con otro personaje cuestionable, pero en una democracia la crítica no tiene que ser agradable para ser lícita.

Quizá la intención de Eguren haya sido la de silenciar a Salinas y Ugaz, pero el resultado conseguido ha sido el opuesto. “No me va a inhibir de que continúe en este asunto”, ha dicho Salinas. “Seguiremos haciendo más y mejor periodismo”, reafirmó Ugaz. Espero que esa valentía contagie a más víctimas a denunciar los abusos que sufrieron.

Hace un tiempo contagió a los alumnos, ex alumnos y a este profesor, quienes integramos la Clínica Jurídica de la Facultad de Derecho de la Universidad del Pacífico, y motivó a elaborar sendos ‘amicus curiae’ que serán presentados oportunamente en los casos de Salinas y Ugaz en defensa de sus libertades de opinar e informar. Y de nuestra libertad de conocer.