No hay nada más sugestivo que un secreto a voces. Y el secreto aquí es que estamos asustados. Bien asustados y algunas razones tenemos para estarlo.
Después de una década de crecimiento económico robusto (6,5% de promedio anual entre el 2003 y el 2013), tenemos ya varios meses observando que el crecimiento se desinfla en cuatro puntos porcentuales; curiosamente, desde que se inició la actual administración.
Un detalle desesperanzador nos refiere al patinazo puntual y sistemático de todos aquellos que –por convicción o por salario– pronosticaron una súbita recuperación del crecimiento... el mes que viene. Este ha caído lento, pero no ha dejado de caer.
La justificación oficial nos refiere a causas externas y, sobre todo, a una caída de los precios de exportación. Caída que habría golpeado duro a las exportaciones mineras tradicionales. A mediados del año su contracción anualizada bordeó el preocupante 15% en dólares corrientes.
Sin embargo, la justificación oficial se cae cuando descubrimos que a la fecha, según el índice de precios de nuestras exportaciones elaborado por el Banco Central de Reserva, estos precios aún se ubican en un rango muy alto (tres veces más a los valores de la década previa). ¿Y entonces por qué nos caemos así?
El presidente fue muy mal asesorado cuando repitió que el bloqueo del proyecto Conga era irrelevante. Sin embargo, no lo fue solo por la mala imagen que dejó que el hoy enjuiciado por corrupción presidente regional cajamarquino se impusiera. El bloqueo de Conga fue doblemente relevante.
Por un lado, detuvo proyectos mineros en todo el país (efecto al que podríamos denominar déficit de liderazgo) en momentos en que los precios internacionales de muchos productos mineros se corregían a la baja. Por otro lado, reflejó nuevamente la política tácita de traba generalizada de proyectos de inversión privada en el país. Conga era otro proyecto bloqueado por fallas regulatorias, ideología y deterioro institucional.
En este ambiente, la inversión privada se deprime tanto que –en muy pocos meses– el ritmo anualizado de las importaciones en dólares de nuevas maquinarias y equipos se reduce de 45% a mediados del 2011 a -2% tres años después. No sorprende que el ritmo de crecimiento real anualizado del PBI constructor se caiga de 19% a 3%, desde fines del 2012 a mediados del presente año.
Hemos perdido el momento por el dólar mal administrado, la inacción gubernamental o las trabas a la inversión. El círculo virtuoso de exportaciones e inversiones privadas que redujo la pobreza en los últimos años hoy está quebrado. Los afanes de compensar esto con mayor gasto de inversión pública no fueron muy lúcidos (entre otras cosas porque la inversión pública apenas bordea la quinta parte del total invertido).
El último paquete del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) es tan positivo como insuficiente. Al mismo tiempo, inflar el gasto fiscal cuando ingresan menos capitales externos y mantenemos un dólar controlado solo deteriorará la brecha corriente en nuestra balanza de pagos.
Vienen dos años complicados. Quizá los precios externos persistan deteriorándose y no desarrollemos ninguna reforma de mercado significativa. Los errores de manejo monetario y fiscal –así como el costo de algunos compromisos ya adquiridos– resultarán ahora mucho más difíciles de esconder.