El reto central de hoy, por Richard Webb
El reto central de hoy, por Richard Webb
Richard Webb

Cuando la economía mundial tambalea, cuando gobiernos y bancos centrales de países ricos y pobres debaten cómo salir de la recesión y evitar un nuevo descalabro financiero, ¿cuál tendría que ser “el reto central” para una conferencia que reúne a los 188 países socios del ? Recordemos que es una institución creada para lograr la estabilidad cambiaria y monetaria en el mundo y que si bien sus esfuerzos han tenido un éxito limitado, hasta decepcionante, siempre se han concentrado estrictamente en su mandato original.

Sorprende entonces que tres meses antes de la reunión anual esta institución publicara un informe anunciando que “la creciente desigualdad de los ingresos es el reto central de estos tiempos”. Son las primeras palabras de un reporte sobre la desigualdad, pero el informe no se queda en una declaración de principios, sino que sustenta el argumento con un impresionante trabajo estadístico que analiza la experiencia de 159 países durante 32 años.

Nunca antes el FMI se había ocupado de la desigualdad de los ingresos, pese a que ese mal ha sido una faceta constante y visible de la escena mundial, especialmente los países menos desarrollados. Más aun, desde hace varias décadas la desigualdad es un tema importante para el Banco Mundial, la institución “hermana” del FMI y ubicada frente a frente en la misma cuadra en Washington, con el que el FMI mantiene una estrecha colaboración. 

Difícil entonces no hacerse la pregunta si el descubrimiento tardío anunciado por el FMI no se debe a que es solo en los últimos años que la desigualdad se agrava visiblemente en varios países ricos, volviéndose un tema de debate político. El peso del Primer Mundo en esa agenda fue evidente también en la novedosa presencia de temas como la igualdad de género, los derechos de los indígenas, la protección del medio ambiente, el empleo de los jóvenes y la pobreza extrema. 

Nadie puede dudar de que hay mucho por mejorar en el mundo, pero hay menos claridad en cuanto al mejor camino por seguir. Esa opción depende, por ejemplo, del grado de interconexión que existe entre los males que se deben corregir. En la desigualdad sería importante conocer si esta es un obstáculo para un mejor manejo de la política monetaria y de los tipos de cambio, quizá porque las distancias sociales dificultan el consenso político exigido por las políticas más efectivas para todos en el largo plazo. 

El mejor camino para arreglar el mundo dependerá también de la lógica institucional. Hasta ahora, se ha apostado mayormente por la lógica de la especialización y, para eso, existen entidades separadas, como el FMI y las organizaciones mundiales del comercio y de la salud. Así, cada país separa sus Fuerzas Armadas en un ejército, una marina y una fuerza aérea. No obstante, siempre cabe preguntarse si nuevas circunstancias o tecnologías quizá ameritan un enfoque menos especializado. 

Ciertamente, la declaración del FMI acerca de la desigualdad como “reto central” del momento debe ser recibida como una oportuna reflexión que nos lleva a tener una mayor apreciación de los condicionantes sociales y políticos de las buenas políticas, pero al mismo tiempo podemos esperar que el FMI redoble sus esfuerzos para cumplir su mandato de crear un mundo más ordenado en cuanto a sus orientaciones monetarias y cambiarias.