Tres años después de iniciado su gobierno, el presidente Ollanta Humala continúa sin tener una política de seguridad ciudadana. Sigue ensayando con ministros disímiles a ver si alguno de ellos tiene una varita mágica que pueda resolver los problemas de la delincuencia.
Eso se hizo evidente y explícito cuando el sexto ministro del Interior en menos de tres años, Daniel Urresti, con una falta de modestia ofensiva para su antecesor allí presente dijo, en la pintoresca ceremonia de instalación, que “hoy empieza la lucha contra la delincuencia”. Así, de acuerdo al estridente ministro, sus cinco antecesores en el cargo durante este gobierno nunca lucharon por la seguridad ciudadana. La historia empieza con él.
Ahora Humala ha pasado de Walter Albán, un reposado abogado ex defensor del Pueblo y ex decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica, a un vocinglero general retirado del Ejército, cuyo principal cartel es haber volado dragas en Madre de Dios.
Una pésima señal es que el flamante ministro haya minimizado el problema de la corrupción, diciendo que de eso se ocuparán los técnicos. En realidad, ese es el tema principal al que debería dedicarse, porque sin resolverlo no hay posibilidad alguna de un combate eficaz contra la delincuencia.
También ha tirado por la borda un tema fundamental para su antecesor, la eliminación del sistema por el cual los policías trabajan a medio tiempo. Según Albán, en julio empezaba el gran cambio con 33.776 policías trabajando a tiempo completo. Lo mismo fue prometido por todos los anteriores ministros, empezando por Oscar Valdés. Urresti ha dicho que eso no le interesa.
Como bien ha observado Carlos Basombrío en “Perú 21”, lo que “me preocupa es que este sea otro más de los nombramientos sin agenda, sin programa, sin perfil, a los que ya nos tiene acostumbrados este gobierno. […] Por lo que ha declarado [Urresti], uno intuye que se quedará en la anécdota, en lo accesorio: es una mezcla de ingenuidad con soberbia”.
El general (r) y congresista Octavio Salazar coincide, pronosticando un “activismo operativo”, que “por incoherente y sin metas claras, como remedio puede resultar peor que la enfermedad”. (“Correo”).
Un ejemplo de eso fue la operación que encabezó Urresti en San Jacinto, cuando los reducidores, alertados desde la policía, levantaron vuelo. Luego el ministro presentó con orgullo algunos fierros viejos decomisados… y el negocio siguió funcionando.
En el Ejército Urresti es recordado por las actividades que realizó cuando servía al entonces comandante general Edwin Donayre. En ese período, la actividad en la que destacó –según lo recuerdan– fue en la interceptación de las comunicaciones de los generales y otros oficiales subordinados a Donayre, para averiguar si alguno hablaba mal de su jefe.
Habrá que estar a la expectativa para observar si Urresti, utilizando los inmensos recursos del Ministerio del Interior, hace lo mismo que hacía cuando servía a Donayre.
Urresti adquirió notoriedad como alto comisionado en Asuntos de Formalización de la Minería, Interdicción de la Minería Ilegal y Remediación Ambiental. Su trabajo en ese puesto es revelador y puede dar luces sobre lo que ocurrirá en Interior.
En síntesis, la formalización de la minería es un fracaso total. Existen unos 300.000 informales de los cuales 70.000 firmaron una declaración de compromiso para formalizarse. Hoy, vencidos los plazos, se han formalizado menos de cien. El gobierno, para no reconocer su fracaso, ha hecho una nueva ampliación hasta agosto pero, dados los antecedentes, muy pocos cumplirán los requisitos.
Lo que hizo Urresti fue lo espectacular, volar dragas, siempre acompañado de cámaras y periodistas. Y pasearse por todos los medios hablando de sus éxitos. De lo importante y lo difícil, nada.
Tenía que coordinar con los ministerios del Ambiente, Energía y Minas y PCM, trabajar en equipo, diseñar una política que permitiera realmente formalizar y encauzar a la mayor cantidad posible de informales, e ir desterrando la minería ilegal. En realidad, ha destruido algunas máquinas y obligado a replegarse a algunos ilegales, pero la minería informal sigue gozando de muy buena salud en todo el país, afectada sobre todo por la caída de los precios de los minerales y no tanto por las acciones del gobierno.
Todo indica que eso sucederá en Interior. Mucha publicidad, mucha bulla, mucha peliculina y pocos resultados efectivos. Mucho ruido y pocas nueces.