IAN VÁSQUEZ
Instituto Cato
A veces, las reformas de largo alcance ocurren en los lugares menos esperados. Tal fue el caso de la China comunista, que hace más de tres décadas instituyó zonas económicas especiales en las que se permitían operar mercados libres. El éxito de esa iniciativa influyó para que China implementara políticas liberales más comprehensivas que hicieron posible el aumento del ingreso promedio por un factor de 15 y la salida de cientos de millones de chinos de la pobreza.
Hoy, Honduras está por emprender un proyecto todavía más audaz y prometedor. Se trata de zonas autónomas en las que no solo se aplicarán reglas económicas distintas al resto del país, sino también sistemas legales, administrativos y, hasta cierto punto, sistemas políticos distintos. Para permitir ese régimen, Honduras enmendó su Constitución en el 2013 con el apoyo casi unánime de la Asamblea Nacional. Tras años de apoyar la idea, el nuevo presidente, Juan Orlando Hernández, la pondrá en práctica en el 2014.
La meta es ambiciosa: crear condiciones de Primer Mundo en un país estancado en el subdesarrollo. ¿Cómo hacer eso en Honduras? Para citar solo algunos de sus males: es el país más violento del planeta, tiene una de las mayores tasas de pobreza en América Latina y la política es frecuentemente disfuncional (hace menos de cinco años sufrió una crisis política que finalmente se resolvió con la destitución por la fuerza del entonces presidente).
La respuesta consiste en confiar en la mayor medida posible en soluciones comprobadas en el tiempo y alrededor del mundo, y realizarlas en áreas del país donde son bienvenidas. En lo económico, las ZEDE (zonas de empleo y desarrollo económico), como son conocidas en Honduras, tendrán libre comercio, impuestos bajos, flujos libres de capital y mínima burocracia regulatoria. Respecto a la gerencia y lo político, un comité independiente de personas de prestigio internacional creará y supervisará la administración de las zonas para contratar o proveer servicios públicos fiables, transparentes y aislados de los vaivenes políticos nacionales.
Lo legal es lo más novedoso. Uno de los grandes problemas de desarrollo es que el Estado de derecho y las instituciones legales suelen ser sumamente defectuosos en los países pobres. La mejora o evolución de tales instituciones y “reglas del juego” demoran largo tiempo, cosa que desalienta la confianza y hasta puede socavar una agenda de reformas.
¿Por qué no recurrir a las mejores instituciones legales del mundo desde un principio en vez de depender del carente sistema legal hondureño? Las ZEDE tendrán sus propios jueces y cortes independientes, y podrán adoptar como propias tradiciones jurídicas como la británica para lo civil y comercial. Desde el 2006, este sistema ha sido usado con mucho éxito por el Centro Financiero Internacional de Dubái, hoy convertido en un reconocido mercado de capitales.
Octavio Sánchez y Mark Klugmann, dos de los autores intelectuales del proyecto, enfatizan su naturaleza voluntaria: en lugares poblados, las zonas se harán solo con aprobación de un plebiscito; en lugares poco poblados, las zonas atraerán solo a quienes escogen participar. Por eso, también apuestan a su éxito y explican que ha sido políticamente viable.
¿Funcionará el experimento? ¿Influirá en las políticas de otros países latinoamericanos? Como toda reforma, mucho depende de cómo se ejecute, pero bien implementado, el potencial transformativo de este salto institucional es enorme para la región.