La salud en cuidados intensivos, por Alfredo Guzmán
La salud en cuidados intensivos, por Alfredo Guzmán
Alfredo Guzmán

La declaratoria de emergencia de todos los establecimientos de salud pública en Lima pone al descubierto lo que muchos sabíamos desde hace al menos cinco años: se puso énfasis en una seudorreforma que consistió básicamente en una reestructuración administrativa del nivel central y se descuidaron los servicios, las estrategias y los programas prioritarios. No se hizo supervisión ni monitoreo, y la capacitación del personal fue mínima. De allí que las cifras de desnutrición crónica infantil detuvieran su descenso, la anemia infantil aumentara, las coberturas de vacunación disminuyeran y el embarazo en adolescentes y la mortalidad materna se incrementaran en el 2015. 

Se creyó que construyendo más hospitales se podía mejorar la salud de la población. Es la ‘hospitalitis’ que abunda en las campañas políticas y que se prioriza en las sucesivas gestiones que han pasado por el Ministerio de Salud, pese a que después no hay especialistas para que atiendan en estos establecimientos. Y es que no necesitamos más hospitales, sino mantener adecuada y periódicamente los que tenemos, dotándolos de recursos humanos, equipos e insumos. 

El modelo de atención que debe priorizarse, entonces, debe basarse en la atención primaria que se da en los establecimientos del primer nivel –y que solucionaría el 70% de los problemas comunes de salud–. Esto se lograría con una inversión menor y no sería necesario construir costosos hospitales nuevos. 

Por ello, hay que fortalecer los 742 establecimientos estratégicos ya identificados a nivel nacional para descongestionar los hospitales. Si las salas de emergencia están atiborradas hay que descentralizarlas y ubicar, por ejemplo, centros de urgencia y emergencia en los conos de la ciudad (solo tenemos el Casimiro Ulloa que está saturado). 

Ahora, a mi parecer, son insuficientes los 100 millones de soles asignados para este fin. Se necesitan al menos 500 millones para las regiones donde la situación es más grave que en Lima. Así, tenemos el Hospital de Sullana y el Materno Infantil Castilla en Piura, el Hospital de Apoyo Iquitos en Loreto y el Hospital de San Francisco en el Vraem. 

El presupuesto anual del sector Salud supera los 13 mil millones de soles, si bien parece mucho dinero, es insuficiente y representa solo un 2,1% del PBI (mientras en otros países de la región está en 3,5%), pero es lo que tenemos. Es urgente, por ello, mejorar la gestión y la calidad del gasto. Diversos estudios demuestran que hay inequidad en el gasto con respecto a los principales problemas de salud. Así, sería conveniente facilitar y monitorear el trabajo de temas duros como la tuberculosis, la desnutrición crónica y la anemia infantil.

Además, para mejorar la eficiencia hay que ordenar el sistema de salud y establecer un Sistema Único de Salud (SUS), donde todos los establecimientos públicos estén bajo una sola rectoría (la del Ministerio de Salud). 

Asimismo, hay que trabajar con una política de salud intercultural. Se debe tener una estrategia diferenciada para la atención en áreas de población dispersa y mayormente indígena, que son justamente las más vulnerables, especialmente en las zonas amazónicas como Nieva, el Cenepa o el Datem del Marañón, donde el agua potable es casi inexistente y la comunicación es difícil. 

Y, finalmente, tenemos que recuperar la calidez y calidad de atención por parte de nuestros profesionales de salud.

Comprendo que el desafío es grande, pero es urgente una verdadera reforma en el sector Salud. Y es que no hay política más inclusiva que aquella que permita a la ciudadanía tener acceso a la prevención, cuidado y rehabilitación de la salud sin consideración de su nivel socioeconómico, su lugar de residencia, lenguaje o etnia.