Diana Seminario

La crisis moral que agobia al no es novedad. Escándalos de corrupción, autoridades investigadas, parlamentarios de dudosa reputación y hasta intentos por quebrar la democracia son situaciones que mellan la autoestima de los peruanos. Ya no somos la estrella de Sudamérica y tampoco estamos de moda.

Esta situación que ha empeorado en los últimos cinco años viene tocando fondo. Hasta hace poco los peruanos teníamos una isla, una suerte de jornadas de catarsis nacional, un lugar seguro en el que podíamos abrazarnos cuando los problemas no daban tregua: ese espacio se llamaba de fútbol. Ese oasis se viene desvaneciendo.

Lejos quedaron los días en los que nos enorgullecíamos de ser invictos por casi dos años, de disputar la final de una Copa América después de 44 años y del retorno a un Mundial después de 36 años. El Perú se vestía de rojo y blanco cuando jugaba la selección. Hoy eso no es más que un buen recuerdo.

Debe haber más de un análisis de la estrategia, del planteamiento técnico de los partidos a cargo de Juan Reynoso, de los jugadores, de las estrellas y de los aspirantes. También se esbozan explicaciones de por qué el equipo peruano no ha sido capaz de anotar un solo gol en estos cuatro partidos de las Eliminatorias. Pero ese no es el tema que nos ocupa aquí.

Como en cualquier otra realidad, no podemos esperar frutos de un árbol podrido de raíz.

Nos referimos a la Federación Peruana de Fútbol, ente rector del fútbol peruano, por lo tanto, encargado directo y responsable del manejo de la selección de fútbol de mayores. La federación es una asociación privada y a su presidente lo eligen los clubes afiliados; sin embargo, puede considerarse una institución nacional.

En este contexto, no debería llamarnos la atención el fracaso que viene siendo el actual proceso de las clasificatorias, si tenemos en cuenta que sobre Agustín Lozano, presidente de esta institución, pesan investigaciones fiscales y acciones irregulares que tienen que ver directamente con su gestión. Vale la pena hacer la salvedad de que cuando Edwin Oviedo se vio obligado a dejar la presidencia de la FPF, fue por temas judiciales que nada tenían que ver con el fútbol.

Durante la presidencia de Lozano, el Ministerio Público ha allanado hasta en dos oportunidades (marzo y mayo del 2023) La Videna –conocida como “la casa de la selección”–, en el marco de las investigaciones que colocan a Lozano como cabecilla de una presunta organización criminal que vendría extorsionando y coaccionando a los clubes profesionales de Primera División “para hacerse de los ingresos dinerarios por los derechos de televisión”.

También lo señalan como responsable de tener proveedores fantasmas, según una denuncia de presiones para dejar sin efecto una sanción al club Deportivo Municipal. Según un audio propalado en medios, un representante del ‘Muni’ habría presionado a la FPF para que les perdonaran la falta, alegando que contaban con pruebas de las irregularidades de Lozano. Tras ese diálogo, la sanción se levantó inmediatamente.

El Ministerio Público también investiga a Lozano por el caso de la reventa de entradas en los partidos de la selección durante las Eliminatorias al Mundial Rusia 2018.

Y, por si fuera poco, en un caso ajeno a su gestión deportiva, la Primera Fiscalía Provincial Penal Corporativa de Chiclayo pidió cinco años de prisión para Lozano, así como su inhabilitación por seis meses para ejercer cargos en el Estado. Según la hipótesis fiscal, cuando el titular de la FPF fue alcalde del distrito de Chongoyape (2010-2014), ocultó ingresos para evadir impuestos.

Este controvertido personaje es quien dirige los destinos del fútbol peruano. ¿A alguien le sorprenden los resultados que venimos afrontando? La pelota sí se mancha.


*La autora integró la comisión de Comunicaciones de la FPF durante la gestión de Edwin Oviedo.


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Diana Seminario es periodista