Sumisión a la autoridad, por Arturo Maldonado
Sumisión a la autoridad, por Arturo Maldonado
Arturo Maldonado

La Iglesia Católica y el Ejército son dos de las instituciones en las que la ciudadanía tiene mayor confianza en el Perú. Son también las más verticales de la sociedad, en que la obediencia y la autoridad pesan mucho en la toma de decisiones, pero en que estas características institucionales en algunos casos pueden llevar a aberraciones. 

La autoridad y la disciplina son valores importantes para la construcción de la personalidad y para conseguir objetivos institucionales. No se puede pensar en una persona que no obedezca a nadie, tampoco en una institución en que no haya una cadena de mando definida. Sin esos valores, la personalidad carecería de estructura y la institución sucumbiría en el caos. 

Sin embargo, la autoridad y la disciplina conllevan riesgos cuando son conducidas al extremo. En una investigación reveladora, aunque muy controversial, el psicólogo estadounidense demostró hace años el poder de una autoridad para impartir órdenes a sujetos incluso cuando estas indicaciones entraban en conflicto con sus valores y su moral. Señaló que muchas personas comunes y corrientes estuvieron dispuestas a lastimar a otros a través de shocks eléctricos bajo el peso de una autoridad que los subyugaba a continuar infligiendo daño. Los sujetos, en ese contexto, no pidieron acabar con el experimento, ni una vez terminado se preocuparon por el estado de salud de la víctima (en ese caso simulada). 

En el Ejército se pregona la máxima de obedecer “sin dudas ni murmuraciones”. Uno se pregunta, entonces, si los soldados que en la década de 1980 perpetraron matanzas contra pueblos andinos enteros, como la de Accomarca, ejecutaron esos actos sin siquiera cuestionarse por la calidad moral de las órdenes recibidas. Por el lado de los seguidores de Sendero Luminoso, se observa también esta característica de obedecer sin pensar, siguiendo el fin último de tumbar el viejo Estado a costa de lo que sea.

El escándalo de las presuntas aberraciones cometidas por y otros en el son una muestra del grado pernicioso al que puede llegar la obediencia acrítica a la autoridad y su mal uso. En este caso, jóvenes en la etapa más importante de la definición de su personalidad eran formados en un sistema que anulaba su voluntad. 

Como algunos testimonios manifiestan, se construía una cárcel mental, donde la figura del líder era exaltada y donde sus mandatos debían ser obedecidos sin pensar. Una vez quebrada la voluntad de los más vulnerables y anulada la crítica, la autoridad tenía carta libre para abusar física y sexualmente. En este caso, la sumisión a la autoridad permitía que los jóvenes toleraran el daño a su propia persona. Enmascarado en un discurso del cumplimiento de una misión y la búsqueda de la santidad, el fundador del Sodalicio construyó una institución que promovía la obediencia ciega a una autoridad bárbara sin dudas ni murmuraciones.

No se trata de toda la Iglesia, donde hay ejemplos de promoción del espíritu crítico, sino de una rama torcida que usó perniciosamente la cualidad intrínseca de obediencia. Sin embargo, a diferencia del Ejército, cuyo fin es defender la soberanía, el caso del Sodalicio es aun más grave, pues esta comunidad eclesial debería tener como objetivo hacer el bien.

Habrá que ver cómo hace esta comunidad para lidiar con las pruebas que antes eran solo dudas y murmuraciones, y que ahora son evidencia tangible del vicio de origen y de la naturaleza de su institución.