Los limeños promotores mediáticos de la denominada toma de Lima, a la que ellos prefieren llamar ‘marcha’ a secas, celebran en su burbuja de Twitter y demás redes sociales el supuesto éxito de esta movilización que, según estimaciones del Ministerio del Interior, congregó a unas 21.000 personas.
Los entusiastas tuiteros y tuiteras ponderan que no haya habido violencia y afirman que, si la plaza San Martín no se llenó, fue por culpa de la policía que los dispersó, no por la escasa convocatoria.
Pero la propaganda pre y post de la (fallida) toma de Lima se cuida de omitir detalles relevantes de lo que fue la convocatoria original de esta supuesta movilización nacional. La tercera toma de Lima incluía la exigencia de la libertad y reposición de Pedro Castillo y todos los involucrados en el golpe de Estado del 7 de diciembre (léase Betssy Chávez), el cierre del Congreso y la convocatoria a una asamblea constituyente.
Los llamados centristas, en los que se incluyen el Colectivo No a Keiko, el Partido Morado y el Partido del Buen Gobierno, sumaron a la “plataforma de lucha” el adelanto de elecciones y reformas políticas, bajo la marketera y populista sombrilla del “que se vayan todos”.
Es decir, la propuesta del adelanto de elecciones que desempolvó la siempre autoproclamada y selectiva “reserva moral” se montó a la plataforma radical de la más rancia izquierda peruana y a los “legendarios” sindicatos. En otras palabras, se sumaron a la convocatoria original para luego comentar que “sí, pues, había pancartas de reposición de Castillo”... Y cómo no... ¡Si marcharon juntos!
“Los que marcharon no quieren vivir en una forma no democrática de gobierno”, dice por YouTube una de las más entusiastas porristas de las protestas del miércoles. ¿Se equivocó de país? Porque, hasta donde sabemos y con todos sus vicios e imperfecciones, vivimos en democracia.
Así, haciendo gala de su siempre exquisita doble moral, se atreven a decir que el constitucional gobierno de Dina Boluarte ya dejó de ser una democracia porque no ha respondido por los más de 50 muertos durante las protestas de enero, cuando son ellos mismos los que animaron y aplaudieron sin reserva a Martín Vizcarra tras el cierre del Congreso en el 2019 y tampoco se atreven a reclamarle por los más de 200.000 muertos durante la pandemia… Tantas vidas perdidas por el pésimo manejo de la crisis sanitaria y la corrupción. ¡Así son!
Ellos, que suspiran por Vizcarra y añoran a ‘Pancho’, no tienen ningún reparo en sumarse a la marcha de los radicales haciendo malabares lingüísticos y mediáticos, pero se burlan en público y en privado de los cientos de miles que marcharon sin desmayo cuando Pedro Castillo y su banda de corruptos gobernaban el país.
Lo paradójico de todo es que quienes claman por vivir en un país en democracia no tienen empacho alguno en sumarse a la marcha de quienes exigen precisamente todo lo opuesto. Un sancochado.