Uno: la construcción de un muro en la frontera entre México y Estados Unidos fue la oferta de campaña más polémica de Donald Trump. El muro es una muestra de la posición antiinmigratoria del elegido presidente del país del norte.
La propuesta ha generado una ola de razonable indignación en muchos frentes, el Perú incluido. El presidente Pedro Pablo Kuczynski ha expresado públicamente su rechazo y ha manifestado que nuestro gobierno se opondrá por todas las vías a esta iniciativa. Sin embargo, no hay que ir tan al norte para indignarse. En el Perú, y en particular en nuestra capital, ya hay muros que fraccionan a aquellos que dicen necesitar de esta protección y a aquellos a los que se quiere mantener fuera. El muro que divide Pamplona y Las Casuarinas es una muestra más de la presunción de culpabilidad que los pobres en el Perú tienen que cargar.
Y los muros no solo están hechos de concreto, sino también de prejuicios. Por ejemplo, de aquellos que quieren ver a conciudadanos amazónicos lejos de esta Lima provinciana.
Dos: según las últimas cifras, la participación electoral en Estados Unidos habría caído de 62,2% en el 2008 a 57,9% este año. Ese porcentaje de participación significa que millones de estadounidenses han decidido quedarse en casa en esta elección, y la diferencia con respecto al 2008 expresa que millones más no se sintieron motivados para buscar un tiempo para ir a las urnas.
Hace unos meses, el aún presidente Barack Obama se mostró favorable a la idea del voto obligatorio sabiendo que esta reforma en su país es lejana. En el Perú tuvimos un porcentaje de participación de aproximadamente 80% en las últimas elecciones presidenciales. Las autoridades electorales aparentemente se encuentran satisfechas con este nivel de participación, aun cuando eso signifique que más de cuatro millones de peruanos no van a votar, exponiéndose a las multas de nuestro sistema de voto obligatorio.
¿Cuál sería el nivel de participación si el voto fuera voluntario? Seguramente menor que el estadounidense. El voto obligatorio nos da la falsa ilusión de un compromiso masivo con las elecciones. Es más, existen provincias del Perú donde la participación se encuentra a niveles similares a países con voto voluntario, como el Datem del Marañón, en Loreto, donde fue solo del 60%.
Las autoridades electorales deberían pensar en mecanismos alternativos u otros incentivos para movilizar a estos ciudadanos que actualmente se encuentran subrepresentados. ¿Habrá alguna propuesta de la reforma electoral en este sentido?
Tres: Trump es un personaje impresentable, pero eso no significa que todos los que votaron por él sean impresentables. Los votantes de Trump son mayormente blancos, de sectores rurales empobrecidos, alejados de las ciudades y su cosmopolitismo globalizado. El temor por el futuro económico y el enojo hacia el ‘establishment’ de Washington hizo que se decantaran por un ‘outsider’ mediático, especialmente aquellos votantes conservadores ligados al Partido Republicano.
En lugar de entender a estos votantes, los adjetivos calificativos negativos circularon en redes sociales. En muchas partes, y aquí en el Perú también, estos votantes conservadores son muchas veces denostados, lo que genera un alejamiento y polarización, más que un entendimiento.
En muchos espacios, además, decirle a alguien conservador de derecha es casi un insulto. Como dijo Nicholas Kristof hace unos meses en el “New York Times”, los liberales son (somos) los abanderados de la tolerancia, buscando la expansión de libertades para las minorías, siempre y cuando piensen como uno.
Sin ser esta una defensa de tanto bobo dentro del campo conservador, la denominada intolerancia liberal se estaría perdiendo de entender al grupo pensante conservador, el cual defiende legítimamente valores como el orden y la familia, los que bien valdría conocer antes que relegar.