Próximos a cerrar el tercer año de la actual administración, la percepción de que no pasó nada se ha desvanecido. No porque el presidente no se haya transfigurado en el comandante chavista que temían. Solo sucede que las cuentas externas se han comenzado a complicar, y visiblemente.
No hace mucho la calificadora de riesgo Standard & Poor’s destacaba que, si bien el Perú ya registraba una brecha externa en sostenido deterioro, existía un influjo persistente de divisas (léase: el reflejo de las inversiones mineras pactadas durante la gestión de García Pérez) que equilibraba las cosas con holgura. Mientras a fines del 2013 la brecha externa ya bordeaba los US$10.000 millones, los influjos de capitales privados en la cuenta financiera rozaban el 6% del PBI.
Previsiblemente, con la publicación de las cifras externas a marzo, las cosas ya se ven bastante más complicadas. Los influjos anualizados de capitales en la cuenta financiera se reducen drásticamente. Pasan de US$19.812 millones en diciembre del 2012 a solo US$6.103 millones a marzo pasado. Aquí la buena noticia es que aún siguen ingresando divisas asociadas a las inversiones que cerramos años atrás. La mala es que ingresan a un ritmo menor. Exactamente US$13.109 millones menos.
No hace mucho, el presidente Humala –mal asesorado por sus colaboradores– repetía que el congelamiento del proyecto Conga en Cajamarca había resultado irrelevante.
Lamentablemente esto no fue así. Las divisas que no entraron son las que hoy necesitamos.
Quizá por ello el reto sería reaccionar a tiempo. Como destacaron diversos expositores en el reciente Simposio Internacional del Oro y de la Plata, hay que destrabar inversiones privadas en todos los sectores de la economía.
Esto no es todo. Otra señal gris tiene que ver con el creciente y sostenido deterioro de la balanza comercial, por la caída de las exportaciones (-8,4%) y el congelamiento de las importaciones (0,6%). Ya se registra un déficit anualizado de US$1.026 millones.
Algunos repiten que este déficit sería el reflejo del deterioro de los precios de exportación. Sin embargo, la señora Eva Arias –presidenta de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE)– sostiene que el problema no está en que los precios externos se hayan deteriorado, pues esto ha ocurrido a un ritmo moderado. El cuadro refleja más torpezas de política económica que precios en caída. El comercio internacional global aún no se ha derrumbado como en el 2008.
Con déficits crecientes en la balanza comercial y en la cuenta corriente externa, influjos de capitales privados ingresando a un ritmo cada vez menor, emerge otra complicación. Los flujos de capitales de corto plazo se hacen negativos en más de los US$3.066 millones. Esto parece la aceituna del Martini; aceituna, dicho sea de paso, que no se ha reducido a pesar del realineamiento cambiario del 2013.
Todas estas señales no deben ser tomadas a la ligera. Por fortuna, son pocos los ilusos que repiten que somos una suerte de campeones mundiales en lo económico. La situación económica del país es buena, pero nada extraordinaria. Se crece, pero puede dejar de hacerlo rápidamente.
Este cuadro dibuja tal vez la última oportunidad para mostrarnos un Humala lúcido y responsable. Necesitamos tomar acciones duras de reforma para consolidar mercados mucho más profundos y una economía mucho más abierta. Justamente porque el panorama externo parece transitar de castaño a oscuro.