A nivel nacional, los resultados han mostrado, nuevamente y como sucede desde el 2006, que los movimientos regionales han superado a los partidos nacionales. Estos últimos solo ganaron poco más de un tercio de los gobiernos regionales y un porcentaje parecido de las provincias capitales de región. Pero hay más. Dentro de este bajo porcentaje, los partidos más exitosos han sido Alianza para el Progreso (APP), que gana los gobiernos regionales de Tumbes, Lambayeque y La Libertad y, a nivel de municipios capitales de región, suma Abancay (Apurímac) y Mariscal Nieto (Moquegua). Asimismo, Somos Perú es el otro partido importante, que gana en Cusco, Loreto y San Martín, y los municipios capitales de región de Trujillo (La Libertad) y Maynas (Loreto). El resto de los partidos, salvo casos excepcionales, desaparece del mapa.
La elección muestra también el fracaso total de los partidos que tuvieron mejor desempeño en la elección general del 2021. Perú Libre y Fuerza Popular, quienes sumados lograron el 47% de los escaños del Congreso de aquel entonces, no logran ganar ningún gobierno regional, ninguna capital de región y ningún municipio distrital de Lima. Pero también es cierto que se trataba de los dos partidos que pasaron a la segunda vuelta con los porcentajes más bajos de la historia. Es importante, además, la derrota de Acción Popular, cuyos resultados están alejados de los conseguidos en el último quinquenio. El fraccionamiento y el mal desempeño de sus representantes les ha pasado factura. Igual ocurre con Podemos Perú (PP), Avanza País y, salvo en Lima, Renovación Popular (RP). Son claramente organizaciones frágiles, personalistas y limeñas.
En el caso de Lima, la diferenciación del voto en niveles socioeconómicos es clara, pero no nueva. Rafael López Aliaga (RP) logra ganar la alcaldía con una diferencia pequeña sobre Daniel Urresti (PP), pero su triunfo es indiscutible, logrando, además, un “voto de arrastre” que favoreció a sus candidatos en once distritos (Miraflores, San Isidro, San Borja, Barranco, entre otros). Los candidatos de PP hicieron lo propio en los distritos de Lima –predominantemente– norte (Ancón, Santa Rosa, Los Olivos, San Martín de Porres, El Agustino y Rímac). APP triunfó en más distritos, nueve, pese a que su candidato a la alcaldía obtuvo un bajo porcentaje. Lo hace en distritos del sur de Lima (San Juan de Miraflores, Villa María del Triunfo y Villa El Salvador), salvo en el caso de Magdalena, con Francis Allison, que tiene un peso electoral propio. De la misma manera, Somos Perú gana en distritos de Lima norte y este (Puente Piedra, Carabayllo, San Juan de Lurigancho). Avanza País logra cinco distritos, sobre todo por el reclutamiento de candidatos con peso propio, como Carlos Bruce, en Surco. El triunfo de López Aliaga, más allá de si fue por su propio peso electoral, tiene como base haber logrado nuclear alrededor suyo a la derecha limeña expresada en Renovación Popular, Fuerza Popular e incluso Avanza País.
Lo que muestra el mapa de los resultados de la representación peruana es la tremenda diferenciación entre la que proviene de Lima y el resto del país. Lima no es la muestra representativa nacional, como ocurría hasta la década de los 80. Esto es parte de la extrema fragilidad de los partidos políticos nacionales, que son incapaces de articular y canalizar intereses en regiones y provincias, siendo desplazados, nuevamente, por movimientos regionales que reproducen, sin embargo, los mismos problemas que los partidos: frágiles y personalistas, convirtiéndose solo en vehículos electorales. Y es que, con casi la misma oferta y las mismas reglas, no podía salir algo distinto.