¿A quién están velando los rojos?, por Franco Giuffra
¿A quién están velando los rojos?, por Franco Giuffra
Franco Giuffra

Le pasó a don Hernando de Soto cuando pronosticó el fin del capitalismo bursátil, tras la crisis del 2008, porque según él, los derivados y otros instrumentos financieros no estaban debidamente registrados. No se sabe qué cosa pertenece a quién, dijo entonces.

Parece que los inversionistas desoyeron su profecía irresponsablemente, hasta llevar al Dow Jones por encima de los 20.000 puntos el pasado enero, un récord histórico del mundo mundial. 

Con similar arrojo, la izquierda criolla ha fabricado ahora una profecía similarmente apocalíptica: el fin del neoliberalismo peruano, la muerte de la tecnocracia promercado y de la derecha en general. 

Para explicar este múltiple deceso, ha bastado proponer que toda esta mugre de corrupción que hoy nos aflige es producto del sistema capitalista; que el neoliberalismo es el sostén ideológico de las coimas; y que la culpa de las cochinadas es de la élite de derecha en el país. 

No perdamos tiempo en discutir cuánto de verdaderamente liberal ha tenido la economía peruana en los últimos 50 años. Ni qué cosa sea “la derecha”. Mejor es revisar la historia reciente a partir de este desvarío mental y, lo que es más importante, pensar cómo se llenará la nada ideológica que tenemos ad portas.

Liberalísimo tiene que haber sido el general Velasco, presto para levantarse al país a paso marcial. Tanto como el innegable influjo de Milton Friedman en el primer quinquenio de Alan García. 

De Vladimiro Montesinos no hay que ocuparse, porque es sabido que detrás de sus fechorías estaba la escuela austríaca de economía. Mientras que el caso de la coima de Alejandro Toledo solo puede explicarse por su dilección hacia Friedrich Hayek. 

En lo que toca a las agendas de Nadine Heredia y su compañera de aventuras, Verónika Mendoza, no hay duda de que fueron escritas por la mano invisible de Adam Smith. El mismo espíritu que ayudaría a explicar las finanzas electorales de la señora Villarán.

Desbarrancados ya todos estos derechistas, urge ahora reemplazar el paradigma vigente con algo nuevo, limpio, incorruptible, que sea como el aire fresco que ventile este calor infernal.

Opciones hay, por supuesto. Una puede ser el modelo de los Kirchner, probado y comprobado en Argentina. O el de Lula y Rousseff, del Partido de los Trabajadores de Brasil, una máquina de izquierda inmaculada. O la versión socialista de la dupla Chávez-Maduro, cuya canonización conjunta se encuentra avanzada en el Vaticano.

No hay que seguir con esta línea sarcástica para ilustrar que la nueva “teoría” no resiste ningún análisis ni tiene mayor sustento.

La corrupción no tiene bandera. Pero ciertamente florece allí donde hay malas personas y un sistema carente de las instituciones que son indispensables para una economía libre. Razón por la cual difícilmente el Perú pueda ser considerado liberal.

La idea de que el capitalismo es intrínsecamente perverso es un mito. Sugiero a los voceros del socialismo local revisar el Índice de Libertad Económica de The Heritage Foundation y hacer una correlación con el ránking de percepción de corrupción de Transparencia Internacional.

Les quedará claro que los países que tienen menor percepción de corrupción son precisamente los que gozan de mayor libertad económica y de instituciones de mercado. Exactamente lo contrario de lo que ellos postulan. Pero ya se sabe que las evidencias no son un obstáculo para la prédica izquierdista.

La tarea pendiente para arreglar el Perú es enorme. Pero no pasa por enterrar a la economía de mercado, sino por fortalecerla. Que se busquen otro muerto mejor.