Hace mucho tiempo que la solución al drama venezolano dejó de ser un problema de (in)cumplimiento de formas y de normas democráticas.
Lo que hay es una satrapía instalada en el poder, soportada por intereses criminales, además de los económicos y políticos de potencias muy apartadas de los estándares occidentales, como Rusia, China, Corea del Norte e Irán; y en el ámbito regional por Bolivia, dictaduras como Cuba y Nicaragua, o personalidades desequilibradas como Andrés Manuel López Obrador.
Por ende, el último fraude del pasado domingo iba a ocurrir inexorablemente. La diferencia con los anteriores es que la brecha del triunfo opositor nunca fue tan grande; y el zarpazo de Nicolás Maduro y su camarilla, nunca tan grotesco y evidente.
Los bloques y estados que aún guardan las formas como Brasil, Estados Unidos y la Unión Europea, al solicitar la exhibición de actas por parte de la autoridad electoral venezolana saben perfectamente que solo están regalando tiempo a Maduro y a los sectores de las Fuerzas Armadas que lo acompañan en su farsa para que evalúen y activen una salida no violenta del poder.
Llegado el caso, con el incremento de la protesta ciudadana y las víctimas (ojo que hay sectores exchavistas armados que vienen participando en las revueltas), y la agudización de su aislamiento americano y global, Brasil (por ejemplo) podría jugar un papel crítico en la búsqueda de una suerte de amnistía política para los criminales aupados al Palacio de Miraflores, o un eventual asilo en Cuba, Nicaragua o México.
Hacen bien, sin embargo, una corajuda y extraordinaria lideresa como María Corina Machado, junto al electo presidente Edmundo González Urrutia, en dejar en claro que una eventual o futura negociación de ninguna manera supone claudicar en torno del resultado de la votación.
Tamaña traición al pueblo venezolano que ha abrazado su libertad sería inadmisible, lo que no niega que desarmar la estructura corrupta, criminal y clientelista del chavismo tomará muy buen tiempo, y que solo bajo la lupa de una ‘real politik’ se podrá dimensionar correctamente.
Hasta el momento, llegar a ese deseado punto de quiebre, con el consiguiente “puente de plata para Maduro y compañía”, depende críticamente de la capacidad de mantener a la gran mayoría del país movilizada en contra de la camarilla criminal y una presión internacional que alcance y comprometa activamente a los países y bloques que pueden “mover la aguja” geopolítica, manteniendo a raya a los socios del sátrapa.
Ojalá llegue y pronto.