Prepárense, porque después de la farsa electoral venezolana de este domingo, la ya aguda crisis de ese país se deteriorará mucho más. Y no necesariamente deberíamos esperar que desemboque en el colapso del régimen. A veces, las crisis severas, lejos de debilitar a las dictaduras, las fortalecen frente a sus poblaciones.
Ese ha sido el caso de Cuba luego de la caída de la Unión Soviética, y claramente es el modelo que está siguiendo el chavismo. Venezuela es como un barril sin fondo: cada vez que las cosas caen a su punto más bajo, en vez de tocar piso e impulsar un cambio de régimen, más bien siguen cayendo. Lo que hay es un agujero negro.
La crisis económica, social, política y humanitaria que está sufriendo Venezuela empeorará por dos razones. Primero, el régimen se rehúsa a introducir reformas que podrían aliviar los problemas económicos que ellos mismos han creado, para no hablar de otro tipo de problemas. No ha querido flexibilizar los controles de precios o capital, por ejemplo, que han creado escasez e imposibilitado el hacer todo tipo de negocios de manera legal. Al contrario, el gobierno bolivariano responde a cada crisis endureciendo sus políticas.
De hecho, el régimen ya tiene encaminada una Constituyente para institucionalizar todavía más su dictadura, tal como lo advirtiera recientemente el presidente colombiano Juan Manuel Santos. Según el mandatario, su contraparte Nicolás Maduro abolirá el sufragio universal y hará “modificaciones en cómo se define ‘Traición a la patria’ [...] para tener más instrumentos supuestamente legales para poder reprimir a la población”.
Segundo, la situación empeorará porque el chavismo no tiene incentivos para dejar el poder. Líderes claves del régimen están involucrados en el negocio de narcotráfico y otras actividades criminales de las que lucran y por las que serían condenados con un cambio de régimen.
Es por esas razones que la escasez de comidas, medicinas y bienes comunes sigue agravándose; que el crimen y la violencia, entre las peores del mundo, empeoran; que la mortalidad y las enfermedades se han disparado; que el tamaño de la economía hoy es alrededor de un 50% de lo que era hace cinco años; que un dólar cuesta ahora más de un millón de bolívares; que la inflación anual llegó a un récord de más de 20.000% esta semana y sigue al alza; que la producción de petróleo ha caído a los niveles que tenía Venezuela en 1949; etc.
Esos indicadores, entre otros, hacen pensar que al chavismo no le puede quedar más tiempo en el poder. Pero ante semejante situación, otros regímenes no solo no cayeron, sino que se reforzaron. La economía cubana cayó por más de 50% en los noventa, por ejemplo, y aun así el castrismo se mantuvo por un buen tiempo sin mayor ayuda externa. La economía cubana sigue en crisis, pero de igual manera el régimen militar continúa firmemente en el poder.
A finales de los noventa, Zimbabue bajo el régimen de Robert Mugabe victimizó a sus ciudadanos más productivos (e independientes), destruyó la economía de su país y produjo una hiperinflación de 500.000’000.000%. Aun así, se mantuvo en el poder hasta hace poco, pero el régimen no ha cambiado. El modelo de Zimbabue no ha sido el de Cuba, sino el de Corea del Norte.
Es muy bueno que los 14 países del Grupo de Lima y otros alrededor del mundo desconozcan la legitimidad del proceso electoral venezolano y empiecen a aplicar presión diplomática. Pero todo indica que Venezuela ya se asemeja más a Zimbabue, Cuba y Corea del Norte que a países normales, por lo que deberíamos limitar nuestras expectativas.