El 2015 viene incierto. En sus proyecciones de octubre, el Fondo Monetario Internacional proyectó una recuperación global frágil y desigual. Pero eso fue en octubre, desde entonces el precio del petróleo se ha derrumbado y las cosas se han complicado .
Si esta situación global se pinta enmarañada, cabe considerar que el fortalecimiento del dólar (significativo en los mercados globales, pero tímido en el distorsionado mercado local) puede estar acompañado por una elevación de la tasa de interés estadounidense (lo cual complicaría cualquier pretensión de financiamiento externo frente a algún exceso de gasto local). Hay que tomar en cuenta que Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal estadounidense, no tiene antecedentes de ser timorata.
El Perú enfrenta este panorama sin haber hecho su tarea. Su competitividad y predictibilidad institucional persisten muy bajas. Está bien que desee incorporarse a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), pero se sabe que plazas como la nuestra toman décadas en ajustarse hacia los estándares de gobierno e institucionalidad requeridos.
Para ponderar cómo viene el 2015, ayuda establecer las semejanzas y diferencias con el 2014, período al que (por el simultáneo derrumbe del crecimiento, la exportación, la inversión privada y el ingresos de capitales a la cuenta financiera, además de la casi nula reducción de la pobreza) todos parecen querer olvidar, incluso el Gobierno Peruano.
El 2015 nace parecido al 2014. También se proyecta que este será un año de súbita recuperación, pero aludiendo a las razones que no se dieron en el 2014. El 2015 nace manteniendo un dólar controlado, quemando reservas internacionales y –pese al salto de la presión tributaria– arrastrando la desaparición del superávit fiscal y la profundización del déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos.
Nada anticipa cambios significativos sobre la práctica común de los últimos años: inflar el gasto público como si fuera una maravilla curativa y flotar rezando a que algo bueno pase con los precios internacionales.
Aquí emerge otra semejanza: se prevé que los precios de exportación pinten mal la mayor parte del año.
Sin embargo, hay al menos dos diferencias: es un año electoral (ad portas de las elecciones generales) y se cargará los errores de tres años de sutiles cambios de reglas y acumulación de déficit al estilo de la actual administración.
Al próximo iluminado le tocará cargar la herencia humalista: presupuestos inflados, exportaciones e inversiones comprimidas y necesidades perentorias de mejorar drásticamente la calidad de los servicios públicos en todos los pliegos.
Como en este país de instituciones débiles, donde repetimos que nadie quiere entrar en la política pero se registran varias decenas de candidatos para cada puesto, tendremos muchas promesas y compromisos ilusos.
Por lo tanto, hay una dosis de predecible frustración social de corta duración. Sí, de corta duración. Tendremos ajustes por angas o por mangas. Ya nos acostumbramos a crecer. Soy optimista, pero para el mediano y largo plazo.