A mediados de los años veinte, los periódicos estadounidenses decidieron crear un movimiento literario. Lo eligieron muy bien, rescataron a dos expatriados como Ezra Pound y Gertrude Stein, y escogieron una serie de escritores, hoy día muchos de ellos sin pena ni gloria, entre los que destacaba el autor de “Fiesta” (“The Sun Also Rises”, título original en inglés, aunque en Inglaterra apareció con el mismo título con el que luego se publicó en español). Había sido un plan muy cuidadoso, dentro del que cabían muchos oscuros profesionales que vivían a tres dobles y un repique, alimentados por sus parientes estadounidenses, que les enviaban dinero. Lo que no habían postulado era el extraordinario éxito que tendría Hemingway, al que la prensa ensalzó, y el público respondió adquiriendo miles de ejemplares de “Fiesta”, su primera novela, que he tenido el placer de releer después de mucho tiempo. En ella, Hemingway reflejó la bohemia, entendida según las pautas de los fomentadores de este estilo de vida, como no se había hecho antes. Con su venta extraordinaria entre lectores de distintos estratos, la obra, publicada por Scribner’s en Estados Unidos, fue a formar parte de las bibliotecas particulares de muchos estadounidenses.
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