Mario Vargas Llosa

Estuve 15 días en París y, fiel a mis viejos hábitos, fui a caminar todas las mañanas al Jardín de Luxemburgo. Uno de esos días, encontré, tomándose un café y leyendo un periódico, a un viejo librero, que debe andar por los 90 años o poco menos y al que, en mis tiempos de antaño, solía acudir para comprar algún ejemplar que se me había escapado de la revista de Jean-Paul Sartre, “Les Temps Modernes”, cuyas notas eran siempre brillantes. Aunque conozco la resistencia de los franceses a los encuentros en los cafés, el impulso fue inmenso. Me acerqué a saludarlo y me senté a su lado a conversar un poco. Le recordé sus tiempos de librero, en los que siempre charlábamos un instante además de comprar yo el número de esa revista que no había leído, por alguna razón, todavía. “Me alegro de encontrarlo”, le dije, y le recordé que décadas atrás yo iba a buscar esos títulos de Sartre a su librería. “¿Sartre?”, me respondió extrañado, “ahora no lo lee nadie. Y, además, los franceses creen que se trata de un estalinista disfrazado. Mire qué injusticia la que ha caído sobre él”.

Mario Vargas Llosa Escritor. Premio Nobel de Literatura 2010