Primera clave: No sigas con la monserga de que el racismo es deplorable, que tienes amigos cholos , blablablá, pero no es ni falta ni delito. ¡Sí lo es! El artículo 323 del Código Penal reprime al “que discrimine a otra persona o grupo de personas, por su diferencia racial...”. Y ten en cuenta que el artículo 316 reprime al “que públicamente hace la apología de un delito”. Prepárate para tiempos cercanos cuando el activismo antidiscriminación logre que la maquinaria legal se eche a andar.
El racismo también es una seria falta sancionada por la vía administrativa del Indecopi, que defiende al consumidor, y de las varias municipalidades y regiones que tienen ordenanzas antidiscriminación. Si te enredaste, en estos últimos días, en una discusión sobre el aviso de Saga de las cuatro niñas rubias igualitas a sus muñecas, y dijiste que no era una falta, perdiste. El Decreto Legislativo 1044, Ley sobre la Competencia Desleal, en su artículo 18, inciso a, prohíbe los anuncios publicitarios que induzcan “a los destinatarios del mensaje a cometer un acto ilegal o un acto de discriminación”. La propia Saga reparó en su falta cuando, en su comunicado de disculpas, sostuvo que su código de ética rechaza la discriminación.
Segunda clave: Explícate a ti mismo y a los demás cómo así el racismo es un daño concreto y mensurable: alienta un estado de cosas donde el discriminado merecerá menos oportunidades de educación y de chamba, además de excluírsele de locales y disfrutes. Es un robo de oportunidades ajenas, que en el caso de un puesto, hasta puede ser calculable en cifras. A nadie se perseguirá por su racismo íntimo, ni por sus bromas racistas soltadas en grupo, ni por evitar juntarse con quien no quiere, pero sí por alentar públicamente a que otros pierdan el goce pleno de sus derechos. El caso de Elena Serpa, la supuesta alumna de la UPC, o quienquiera que se esconda tras su identidad tuitera, que dijo que los de ‘color puerta’ no entran en su universidad, alentando así la discriminación, debiera servir para un debate en que se discuta la pertinencia de que con el orden legal que tenemos, o uno nuevo, se sancione el acto racista en las redes. Yo voto porque sí, y voto por empoderar a una oficina del Estado para que persiga la discriminación. (La Alerta Contra el Racismo del Ministerio de Cultura es floja y desarmada).
Tercera clave: No insistas con lo del ‘racismo al revés’, o sea, el de cholos y negros contra blancos. Claro que existe, como existen mujeres que pegan a los hombres y gays que hacen ‘bullying’ a los ‘straights’, pero son casos aislados en una estructura social y en una cultura que no los alimenta. No son masivos; no son un problema social, pues.
Cuarta clave: Evita los estereotipos racistas en tus descripciones o alusiones a la gente. Referirte a alguien por las características asociadas a la raza, “que trigueño, que bembón, que trinchudo”, es una invitación a la discriminación. El humor televisivo es el principal difusor de estereotipos racistas.
Quinta clave: No evadas el tema principal –el racismo contra la choledad– ponchando la discriminación contra lo negro. Claro que existe, pero no estamos en Ferguson, Estados Unidos. El problema mayor es el del indígena que está al lado o que llevamos en la sangre. No nos corresponde un catálogo como el retirado por Saga ni tampoco uno de Benetton, sino uno que refleje nuestros rasgos diversos y predominantes.