Aquí hay mucho ensayo y error, así que no chanquemos a la autoridad sin antes pedir que corrija, refuerce, afine y experimente quizá cometiendo otro error del que algo vamos a aprender.
Hasta ahora nos hemos concentrado en reprimir a la minoría transgresora de la cuarentena más que en orientar a la gran mayoría que se queda en casa, pero tiene un familiar que sí se desplaza a trabajar, o sale a comprar sin el suficiente cuidado. Y vuelve a casa a contagiar.
La esforzada chamba de las fuerzas del orden debería dirigirse a esa gran mayoría, asegurando que haga su consumo y su trabajo con protocolos de prevención, más que en perseguir a transgresores aislados, que con un buen susto se irían corriendo a su hueco evitando forcejeos donde salpica saliva virulenta.
La lógica del martillazo represivo llevó a ampliar el toque de queda, pero le faltó filo preventivo. Al haber menos horas para comprar, la concentración de gente es mayor. Para descongestionar hay que estirar las horas, no comprimirlas. Y es así como a cocachos y martillazos aprendemos. Miren si no a Singapur y Japón, que ahora enfrentan rebrotes.
No solo palos, pues; también zanahoria para no desesperar ni desfallecer de falta de empleo. Hay que aprender a movernos sin congestionar el transporte. Con estudiantes en casa y gente haciendo teletrabajo, podemos lograr ciudades sostenibles antivirales.
La gente, masivamente, confía en el Gobierno. Según el último sondeo de Ipsos, confía en la autoridad más que en sí misma (83% aprueba la gestión de Vizcarra ante la crisis y 79% la del Gobierno en general; a la inversa, 79% desaprueba la actitud de la población ante la crisis). Este complejo de no saber qué hacer hasta que la autoridad lo diga ha abonado al recurso a los martillazos, descuidando la orientación al ciudadano. Una franja en tele abierta y de cable, con consejos prácticos y simples –no de esos que te dicen que tienes que desinfectar todo y meter la ropa a la lavadora cada que llegas a casa–, nos vendría bien.
Para orientar hay que ser sinceros, y eso nos falta. Hay reticencias oficiales en enfrentarnos con la dura verdad de la precariedad del sistema de salud y darnos data desagregada por zonas. Es hora de aplicar toda la creatividad en la tarea preventiva, pues el pico de contagios va a estar cerca de la liberación de amarras. Por ejemplo, la app Perú en Tus Manos es, por ahora, inútil, pues no marca la ubicación zonal de contagiados sino de quienes registran síntomas en la propia app. Para evitar las muertes tenemos recursos escasos, prácticamente saturados; para evitar los contagios tenemos la imaginación. Hay que emplearla más.
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