Ambos, Ejecutivo y Congreso, quedan quiñados. Así son los procesos de tacha política: los ciudadanos, indignados por el patético espectáculo de una bronca en medio de la crisis, recelamos del tachador y del tachado.
El Congreso tendrá que procesar la desconfianza hacia los conjurados, a pesar del respaldo a Manuel Merino tras la solitaria moción de censura del FA. Si más adelante se debe recomponer la Mesa Directiva y la Comisión de Fiscalización, ello no será traumático, ¡como cambiar de Gobierno siete meses antes de las elecciones para dárselo, gulp, a Merino y a su alianza con UPP y Podemos Perú!
Vizcarra queda golpeado, pero siempre en mejor pie que el Congreso. Esa conciencia de su superioridad sobre el rival lo lleva a seguir, en su terco y soberbio discurso confrontador, culpando genéricamente a todos los congresistas. En su ‘mea culpa’ del lunes ni siquiera tuvo la fineza de enviar un mensaje a esas bancadas y parlamentarios –cerca de la mitad– que no votaron por la admisión de la moción de vacancia.
Vamos, Vizcarra, hay muchos correctivos que se esperan de usted. El primero, aunque tardísimo, ya lo hizo, que fue separar a Mirian Morales y a Karem Roca. Pero tiene que seguir limpiando a Palacio y al Gobierno de la gente que le facilitó dar empleos a parientes de ambas señoras. Allí hay una falta mayúscula que también deberá ser investigada. Mientras eso pasa, bien haría en deshacerse del control personal que tuvo sobre el MTC y el Ministerio de Vivienda desde el 2016 (fue la cuota de Gobierno que le dio PPK), y buscar profesionales independientes e intachables para esas carteras.
También se espera de él, y no solo del primer ministro Walter Martos, que haga acercamientos explícitos y transparentes para buscar acuerdos con las fuerzas que adelantaron que no están obsesionadas por vacarlo. El Congreso seguirá adelante revisando lo que le envíe el Ejecutivo (como la ley de presupuesto, que será aprobada en diciembre) y procesando sus propias iniciativas legislativas. Es ingobernable tener un presidente que mire a otro poder del Estado con tan genérico desprecio.
El Gabinete ha apostado firmemente por la estabilidad y no ha trascendido ni un amago de renuncia o de algún ministro que haya puesto condiciones a Vizcarra para seguir adelante. Me gustaría pensar que Martos o algún otro ministro sí lo han hecho. No es bueno, en estos momentos, tener un Gabinete obsecuente –y pienso, sobre todo, en la ministra de Justicia, Ana Neyra–, que no le ponga al presidente un mínimo de condiciones para seguir adelante. En su corto Gobierno él ha botado ministros por ‘quítame esta paja’ mientras tenía tremendos troncos en su despacho. Necesitamos un Gabinete chambero y digno que nos sustente hasta el 2021.