El fujimorismo ha decidido sentarse –esa no es la palabra que realmente quiero usar– en todas las oportunidades que el 2016 les dio. A inicios de este año, de este largo año, cuando la campaña ¿recuerdan? recién se iniciaba, algunos, entre los que se encontraba este ingenuo columnista, creímos que sería lo mejor no antagonizar con lo que se vendió como una corriente renovadora dentro del fujimorismo. Había que darle una oportunidad a la Keiko de Harvard, quizás eso podría contribuir a mejorar el clima político. Era su momento para convertirse en el PP de España o la UDI chilena, por citar dos ejemplos de partidos de derecha populares surgidos de los escombros de dictaduras pero reinventados con reglas de juego mínimamente democráticas.
¿Qué fue lo primero que hizo? Poner a la sentenciada e impune Chacón como cabeza de lista en Lima (porque en Cajamarca nadie la quiere ver) y a Héctor Becerril como vocero.
Desde entonces, todo ha ido cuesta abajo. Pronto resultó obvio, gracias al ‘affaire’ Joaquín Ramírez-José Chlimper, que no puedes renovar nada si la gangrena es tu esencia y no algo que se pueda amputar.
Durante la segunda vuelta, al actual presidente muchos otros ingenuos –vamos a creer que lo son– le aconsejaron no enfrentarse al fujimorismo. Casi pierde las elecciones.
Con esa misma ingenuidad, el gobierno le ha cedido al fujimorismo –y su furgón de cola, el Apra– la Sunat, la defensoría y el BCR. En bandeja y sin protestar. No ha sido suficiente.
El miércoles, todos fuimos testigos de algo que ni siquiera califica como espectáculo y está muy por debajo de lo vergonzoso. Los congresistas no tuvieron ningún reparo en demostrar que la reforma universitaria afecta sus intereses (y los del investigado por la DEA y financista del fujimorismo, Joaquín Ramírez, vinculado a Alas Peruanas).
La respuesta de la sociedad civil está muy bien. Van a salir a marchar. Pero será en vano si, en plena manifestación y chistecito de por medio, PPK vuelve a hacerle caso a los que le recomiendan no enfrentarse a un enemigo que ya le clavó la chaveta. El conflicto ya está en marcha. PPK no lo declaró, y esa será su justificación ante la historia. Pero si cede ante Heliogábalo, no llegará al 2021.
El gobierno no tiene ni seis meses. ¿Se imaginan cuatro años y medio más de esto? Imposible. Inviable. PPK tiene una responsabilidad: mantener la estabilidad del régimen.
La Constitución le ha dado un recurso, totalmente dentro de lo legal: se llama cuestión de confianza. Visto en frío, es una situación ‘Win-Win’. El Congreso siempre es impopular y los descensos en las encuestas de PPK se deben a que la gente empieza a sentir que no hay autoridad. La cuestión de confianza se vería como un ejemplo de mano dura, sin dejar de ser perfectamente legal y democrático. El populismo está resurgiendo en el mundo (el fujimorismo, como es obvio, lo sabe). Una pequeña dosis, dentro de las reglas de juego constitucionales, podría servir como válvula de escape para esas pulsiones en nuestro país. Basta de ingenuidades.