Fernando Vivas

Seamos realistas y a la vez conciliadores. Cabeza fría y manos desprendidas para un verano que se anuncia ardiente. Nadie tiene toda la culpa; todos tienen un aporte para la solución. En el peor de los escenarios, escala la violencia hasta una revuelta que obliga a a renunciar y al Congreso a hacer una elección exprés, o a promover un golpe de Estado cívico-militar. Entre el golpe y la anarquía, nuestra democracia podría morir, como ha advertido Michael Reid en un hilo dramático sobre el Perú.

Es mejor sonar pesimista y hasta distópico antes que engañarse creyendo que las Fuerzas Armadas, el Gabinete remozado de Dina y un milagro navideño nos van a sostener sin que el Congreso establezca una fecha para el adelanto. Ojo, la fecha no solo ha de ser precisa, sino creíble, que se sostenga en dos legislaturas y que permita a Boluarte convocar a elecciones. El autoengaño del Congreso y el Ejecutivo de pensar que podemos seguir de tumbo en tumbo, con una calma impuesta por la fuerza, hasta Dios sabe cuándo tiene efectos criminales.

Boluarte debe tener su renuncia en el bolsillo, para usarla cuando la protesta la desborde y confirme que el Congreso no tiene ni fecha ni arreglo. ¿Ha llegado ese momento? Puedo estar equivocado, pero creo que aún no. Primero, hay que ver si el Congreso define el adelanto –cierro esto sin saber los resultados finales del pleno de hoy– de una forma firme, contundente y creíble. Y si logra establecer un límite para discutir otras reformas, incluyendo la que permita una asamblea constituyente. La mejor forma de conjurar el fantasma constituyente que aterra a muchas bancadas es enfrentarlo en el pleno. Lo más probable es que lo venzan. En cualquier caso, cualquier reforma que gane con menos de 87 votos podría ir a un referéndum que tendría la ventaja de ser un desfogue de participación directa que encauce la protesta.

¿Cómo escapar del escenario distópico? En primer lugar, evitando más muertes y esclareciendo las ocurridas. No se puede avanzar metiendo cadáveres bajo la alfombra, pues la indignación de una sociedad herida puede hacer inviable la transición. podrá caer en un rápido olvido, pues la protesta excede por mucho a su liberación. Es probable que, discretamente, esté negociando con el Gobierno un buen trato para su familia a cambio de no instigar a sus huestes. Como dije, la protesta lo excede a él e incluso a los azuzadores, y reclama por dar paz y sentido a sus muertos. Boluarte tendrá que dar todos los gestos necesarios para moderar el empleo de la fuerza y facilitar las investigaciones de entes locales (fiscalía y defensoría) y de un ente multilateral como la Comisión IDH. Recibiremos el año nuevo caminando al filo de la navaja.

Fernando Vivas es columnista, cronista y redactor