Como muchos de ustedes, soy opinólogo infectólogo. Hemos seguido una maestría no presencial (y no oficial) leyendo mucho de lo que se ha hecho en países que nos llevan la delantera en infectados y, desde el lunes, observando la ejecución de la primera medida de aislamiento social obligatorio en nuestra historia.
Además de esta especialidad de emergencia, como periodista he conversado con expertos y autoridades que combaten el COVID-19. Y tengo una convicción: sin comunicación franca, no vamos a ningún lado. Dos ejemplos y dos ideas: he notado, conversando con amigos que tienen hijos pequeños, que se cree que se suspendieron las clases para proteger a los niños. No es así, pues a ellos el virus solo los afecta levemente. La razón principal fue evitar que contagiaran a sus padres y abuelos. Hay que dar ese mensaje con contundencia, pues si no, tremendo sacrificio no se entenderá y los niños no tendrán los cuidados necesarios para evitar contagiar a nadie.
Minedu, póngase las pilas y lance una campaña dirigida a los niños, para que sean líderes en el combate al virus, protegiendo a sus viejos. Y otra para los viejos, para que expliquen a los chicos lo que no puede el Minedu a la distancia. Aunque en muchos casos será al revés, pues los chibolos son nativos digitales y, ahora, nativos de pandemia.
Propongo un lema para todos nosotros, parafraseando al primer ministro italiano, Giuseppe Conte, que al final de su discurso, anunciando la cuarentena, dijo: “Rimaniano distanti oggi per abbraciari con piú calore, per correre piú veloci domani”.
Resumámoslo en “Alejémonos hoy para abrazarnos mañana más fuerte”. Y en quechua suena así: “Karunchaykanakusun kunan, paqarin aswan kallpawan marqaykanakunanchikpaq” (gracias por la traducción a Clodomiro Landeo*). Hay que darle sentido a todo nuestro sacrificio sin olvidar por qué y para qué lo hacemos: para evitar que se mueran algunos peruanos de mayor edad y colapse el sistema de salud en el intento de salvarlos; provocando, por rebote trágico, otras carencias, otros dramas.
Nos estresamos, aburrimos, perdemos ingresos y ahorros por un tiempo, evitamos el contacto con amigos y parientes; pero nos abrazaremos luego. Habrá privilegios y discriminación a la vista, pues es muy difícil contener al gran sector que se autoemplea; pero veremos casos de solidaridad, redistribución del ingreso sin prestación de servicios, aplazamiento y perdón de deudas, ampliación del alcance de los programas sociales. El Congreso no va a trabar al Ejecutivo. El COVID-19 es un golpe tremendo a la economía, pero no nos va a volver cretinos. Todo lo contrario.
*En versión de Leo Casas, de Chirapaq, es “Kunan karunchanakusun, paqarin sumaqta marqanakunapaq”.