El Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) acaba de publicar el Marco Macroeconómico Multianual (MMM), en el que por tercera vez revisa el crecimiento del Perú, esta vez, situando la evolución del Producto Bruto Interno (PBI) en un raquítico 1,1% para el 2023, un escenario que para muchos aún peca de optimista. El Instituto Peruano de Economía (IPE), por ejemplo, coloca el cierre del ejercicio en 0,8%.
Si algo de bueno tiene todo esto, además de la sinceridad de reconocer públicamente que este año no creceremos, es que expresa las causas de esta recesión; entre ellas, la profunda caída de la inversión privada.
El ministro Alex Contreras afirma que “no es la tasa que queremos, tampoco la que necesitamos, pero es la situación”. Pero me quedo con esta frase: “Hay factores que no se controlan, pero lo que sí podemos controlar lo estamos controlando; por ejemplo, la inversión pública y las señales al mercado”.
Gracias al ministro de Economía y Finanzas por “la sinceridad”. Pero no es verdad lo que dice. El MEF no controla nada. Ni la inversión pública (los niveles de ejecución del gasto que podrían mover “alguito” la aguja, como las obras de prevención por desastres naturales, tal y como lo acaba de denunciar el propio contralor Nelson Shack, son de una terrible precariedad). Y mucho menos las señales de promoción de la inversión privada.
En todo caso, la capacidad del señor Contreras, del primer ministro Alberto Otárola y de la propia presidenta Dina Boluarte para convencer a los inversionistas privados de que el Perú es una plaza de grandes oportunidades ha fracasado por completo. La desconfianza y el clima de incertidumbre vienen ganando el partido por goleada.
Lo peor es que el MMM podría fallar también en las proyecciones de crecimiento para el 2024 (3%), incluyendo el efecto rebote tras el comparativo con la base cercana a cero de este año, si es que el entorno para el capital privado no varía.
¿La solución viene acaso porque el Congreso delegue facultades normativas al MEF? Lo dudo. Si el Gobierno, de verdad, no genera un clima de estabilidad y confianza, no desata los nudos que siguen atascando el despegue de proyectos grandes (a nivel de exceso de burocratismo y trabas legales) y no controla con inteligencia y autoridad buena parte del chantaje social que bloquea proyectos mineros, las muestras de sinceridad no servirán para nada.
Se requieren gestión pública de la buena y cuadros adecuados para ejecutarla. No lo que vemos hasta este momento.