Hace dos días se celebró el Día Mundial del Ambiente con el lema “7 mil millones de sueños. Un solo planeta. Consume con moderación”. Un llamado a la acción responsable, enmarcada en el precepto ético y moral, que el objetivo del desarrollo sostenible demanda para trabajar en favor de las generaciones presentes menos favorecidas y darle mejor calidad de vida a las generaciones futuras.
Enmarcado en esa filosofía, el Ministerio del Ambiente presentó para consulta pública la propuesta peruana de Contribución Nacional para sumarnos al esfuerzo global orientado a combatir el cambio climático, la que, identificando escenarios de mitigación con proyectos concretos, viables y alineados a políticas sectoriales, propone una reducción del 31% de emisiones de gases de efecto invernadero al año 2030 con respecto al escenario de emisiones ‘business as usual’ (BAU). La Contribución Nacional promueve a su vez metas en adaptación para reducir al 2030 el 50% del número de afectados y damnificados a causa de fenómenos naturales asociados al cambio climático y el 50% del PBI que se pierde por cada ocurrencia del fenómeno de El Niño.
Esas son las propuestas que corresponden a un ambientalismo responsable que plantea objetivos viables y acciones concretas, medibles, realizables y graduales que se constituyen en agentes reales de cambio y que rechaza corrientes que –como el posextractivismo– ven lo ambiental como un instrumento transicional en una etapa de “extractivismo sensato” orientado al objetivo mayor y negacionista del “extractivismo indispensable” que se opone a las actividades mineras, a los hidrocarburos (cuya moratoria inmediata promueven) y a la exportación agroindustrial.
En esa misma lógica, el ambientalismo responsable y sensato no comparte propuestas –como la de Tierra y Libertad– para contar con una Ley de Ordenamiento Territorial que “establezca con toda claridad en dónde sí y en dónde no, y con qué características se puede hacer qué tipo de minería”. Es decir rechazamos la lógica de la instrumentalización de lo ambiental y la desnaturalización de una herramienta creada y pensada para planificar integradamente, compatibilizar, coordinar políticas sectoriales y cohesionar acciones y actores y no para excluir o rechazar. Desnaturalizan la herramienta para lograr de manera indirecta lo que no se atreven a decir o revelar de manera directa, es decir su negacionismo productivo.
Es su esencia negacionista lo que hace que el posextractivismo de hoy incluso rechace a quien antes apoyaba; los regímenes del “buen vivir” a quienes critica por promover inversiones en recursos naturales no renovables o agroindustria, tal como en su momento criticaron el “impuesto a las sobreganancias” al calificarla como medida de neoextractivismo progresista por tratarse de una mayor captación de excedentes. Es por ello contradictorio que en este Diario Eduardo Gudynas tratase hace dos días de justificar sus posiciones desde lo que antes criticó.
Es por ello tarea del movimiento ambiental peruano con más de 30 años de acción constructiva y responsable impulsar, en este año de decisión climática y objetivos de desarrollo sostenible, la agenda de desarrollo dialogada y concertada del Perú que todos queremos.