¡Los animales no votan!, por Ricardo Vásquez Kunze
¡Los animales no votan!, por Ricardo Vásquez Kunze
Ricardo Vásquez Kunze

Hay que tener buen humor cuando los ánimos se encrespan y la gente se divide en bandos irreconciliables que exigen lealtades y tomas de posición para reforzar sus propias convicciones, fantasías o prejuicios. Por ejemplo, tras el debate presidencial de este último domingo muchos se han declarado sinceramente perplejos de que otros no vean lo que para ellos resulta evidente, esto es, que el candidato o la candidata por los que van a votar ganaron el debate. Así pues se confunden los deseos con la realidad en un típico espejismo que cree ver en lo que “le conviene” al país al ganador y en lo que “no le conviene” al perdedor de acuerdo con el cristal con que se mire.

Pero lo cierto es que el debate se enmarca en un contexto político que, en este caso, es la ajustadísima disputa por el pase a la segunda vuelta en la que ya está Keiko Fujimori. Así pues, el gana-pierde del debate está en función de esa variable y, por lo tanto, en dirimir quién le disputará al fujimorismo la Presidencia del Perú.

Para ello, Pedro Pablo Kuczynski tuvo que haber tenido un papel descollante en el debate que, siendo objetivos, no tuvo. No es que neguemos sus cualidades técnicas y el ‘savoir faire’ que la experiencia de sus años en la función pública le han dado; simplemente es que no podemos identificar ningún momento en el que PPK nos haya deslumbrado con sus conocimientos, nos haya estimulado con una salida ingeniosa o nos haya emocionado con una historia. En otras palabras, PPK no logró desmarcarse de los otros candidatos que le pisan los talones. En ese contexto y más allá de simpatías o antipatías, ¿ganó o perdió? Que el lector juzgue.

Visto al revés de lo que necesitaba hacer PPK, Verónika Mendoza tendría que haber sufrido un serio percance en el debate para que sus expectativas de crecimiento se pusieran en duda, lo que, como es público y notorio, no sucedió. Su peor momento fue una pregunta sobre el financiamiento de los aumentos de sueldo que propone y que la candidata de izquierda no supo responder o no quiso, yéndose por la tangente. Pero la pregunta es ¿cuántos votos ha perdido alguna vez el populismo por no decir cómo financiará sus utopías? Y, por el contrario, ¿cuántos votos suele ganar siempre el populismo por anunciar a los descontentos el paraíso en la Tierra? En ese contexto y más allá de simpatías o antipatías, ¿ganó o perdió Mendoza? Que el lector juzgue.

Como ninguno de los demás candidatos tuvo intervenciones memorables como para poner en la agenda ciudadana un cambio radical en las expectativas de sufragio, podríamos afirmar que en sus casos el debate no produjo ganancia alguna. Aun así, nadie tiene derecho a decirnos que votemos en manada por esta para que no salga aquel. Y la razón es muy simple: ¡los animales no votan!