Hoy, cuando el ruido político y económico pareciera imponer el pesimismo en el espíritu de muchos peruanos, usando una serie de frases conocidas sobre el tema, queremos mostrar por qué es más razonable ser optimista que pesimista. Veamos.
Para empezar, recordemos que ‘pesimismo’ viene del latín ‘pessimum’, es decir, lo peor; y ‘optimismo’ de ‘optimum’, lo mejor. Un optimista siempre espera que las cosas sean positivas, mientras que un pesimista ‘sabe’ que cada vez estarán peor. Por ello, el optimista extremo dice que el pesimista es nocivo porque solo piensa en problemas. El pesimista trata más bien a su contrario de ingenuo y asegura: “Un pesimista es solo un optimista bien informado”.
Sin duda, llevada al extremo, cualquiera de las dos opciones es nociva, pues un optimismo sin medida haría desconocer cualquier riesgo potencial, pero paralelamente un pesimismo extremo llevaría a la parálisis por miedo a que todo lo que se emprenda salga pésimo. Pero entre esos dos puntos, creemos que acercarse más al lado positivo que al negativo es mejor para los individuos y más productivo para la sociedad.
Así, el optimismo es indispensable para la inversión, pues todo empresario o inversionista es optimista por naturaleza. Si alguien no creyera que su futuro será mejor que hoy, no expondría su capital o su esfuerzo en proyectos que cree inviables. Mire usted los comentarios de los líderes de opinión en el Perú y verá que de manera general los pesimistas no son empresarios sino analistas externos. “Los optimistas son actores, mientras los pesimistas son espectadores”, dice una frase que se complementa con la que señala: “Nada grande fue nunca alcanzado sin optimismo”. ¿Imagina el lector a un Cristóbal Colón pesimista?
Y por ello el optimismo es indispensable para el éxito, pues implica creer que las dificultades pueden ser superadas, ya que “mientras un optimista ve una oportunidad en cada problema, un pesimista ve un problema en cada oportunidad”. La Real Academia de la Lengua define ‘invertir’ como ‘alterar el orden [...] sustituyendo la dirección de una cosa por la contraria’, lo que explica que el inversionista pone su dinero porque cree que con su esfuerzo puede hacerlo regresar aumentado (venga de manera ‘inversa’). El pesimista no invierte porque piensa que eso no ocurrirá.
Ciertamente es bueno tener en cuenta los problemas, al punto que los pesimistas dicen que ellos son “los únicos interesados en cambiar el mundo, porque los optimistas están contentos con él” y que “mientras el optimista inventa el avión, el pesimista inventa el paracaídas”. Sin embargo, ¿quien crea que se puede mejorar el mundo es realmente un pesimista? Y, por otro lado, ¿el que inventa el paracaídas no será alguien tan optimista que piensa que aunque el avión caiga es posible salvarse, siempre que uno esté preparado?
Para acabar, una razón mayor para elegir la actitud a tomar son los estudios que muestran que los optimistas tienen mejor humor y mejor salud que sus opuestos, y que “aún si se equivocan tanto como los pesimistas, al final son más felices”. En fin, si la preocupación del lector es de corto plazo, recuerde además que los optimistas tienden a salir más fortalecidos de las situaciones traumáticas y estresantes. Como las de la economía peruana en estos meses. Usted escoge.