Conga empezó matando al presidente. Cuando Ollanta dijo: “Conga va”, creyó estar decretando el nacimiento de su autoridad y liderazgo en el desarrollo nacional. En realidad, lo sepultó. Yanacocha, sin querer, pavimentó el camino para su conversión en ‘Cosito’.
Otro que murió esa vez, en su calidad de primer ministro, fue Salomón Lerner Ghitis. Nunca estuvo tan empoderado este “ciudadano por el cambio”, cuando creyó estar resolviendo, in situ, el último ‘impasse’ para que Conga vaya. Sus interlocutores le pidieron dos días para consultar con las bases. En realidad, lo estaban meciendo antes de lanzarlo al tajo. El empujón no lo dio un antiminero, sino el impaciente ministro del Interior Óscar Valdés, que luego llegó a la PCM con temprana fecha de expiración.
Con Lerner Ghitis, murió la expectativa de la izquierda por jalar a Humala a su molino ecológico. Pero el “Conga va” lo había arrimado, inevitablemente, a la derecha. ¡Ojo!, el presidente nunca olvidó la muerte de su autoridad en Cajamarca y les apuesto a que ese fue el motor político que lo llevó a ponerse las pilas en materia de lucha contra la inseguridad, y armar, con sus procuradores, un plan para atacar a las mafias regionales. Empezaron con el Áncash de César Álvarez, pero su objetivo principal era, ¡no nos hagamos los idiotas!, la Cajamarca de Goyo Santos.
No cuestiono la urgencia nacional de estas medidas anticorrupción, pues muchos las reclamábamos. Y confío en la seriedad de los hallazgos que llevaron a Álvarez, a Kléver Meléndez (Pasco) y a Santos a la cárcel. Los depósitos que el empresario Wilson Vallejos, ganador de varias licitaciones del gobierno regional, hizo en cuentas de Santos y su entorno íntimo son evidencia contundente. Sin embargo, la politización alrededor de su prisión preventiva hizo que el electorado lo percibiera como víctima de una conspiración del gobierno, con lo que también peligra de muerte –¡esto sí me aterra!– la iniciativa humalista anticorrupción.
No una sino varias muertes jalonan a Conga. No sumo a la lista de bajas, a la imagen de Yanacocha, pues estaba en coma desde el derrame de mercurio en Choropampa y los líos del cerro Quilish, cuando la empresa se puso a litigar con la población en lugar de convencerla.
El MAS, el grupo de Santos, con su triunfo electoral está en buena posición para negociar el futuro de otros yacimientos como Galeno y Michiquillay. Nunca he creído que su onda antiminera sea irreductible. Es, simple y maquiavélicamente, un capital político para negociar si cesa la inquina oficialista.
En cambio, para Tierra y Libertad sí es una cuestión de ideología y de fe y, por lo tanto, una apuesta mortal que puede acabar con ellos en la fosa común. El ex sacerdote Marco Arana abraza con mística la idea de una región bucólica, libre del materialismo mineral. Sus compañeros de ruta, muy académicos, han teorizado contra la insostenibilidad del “extractivismo” y la conveniencia del desarrollo agrícola con el bonus del turismo vivencial. Bah.
Tenía razón el refunfuñón Giovanni Sartori cuando dijo que la izquierda sabe que ya no hará la revolución pero que, con el ecologismo antiminero, puede contentarse, al menos, con joder al sistema.