"No existe quien se haga responsable de un potencial gobierno interino y de la transición. Kuczynski aún puede quedarse". (Foto: El Comercio)
"No existe quien se haga responsable de un potencial gobierno interino y de la transición. Kuczynski aún puede quedarse". (Foto: El Comercio)
Carlos Meléndez

Un escándalo político no es suficiente para que un presidente vea frustrada la continuidad de su mandato. La oposición férrea del Congreso, tampoco. A pesar de que el presidente Kuczynski enfrenta ambas condiciones, todavía el oficialismo no se ha dividido (al parecer ya hay algunas disidencias); tampoco hay grandes movilizaciones sociales que pidan su cabeza (el peruano promedio permanece indiferente). Pero quizás lo más importante: no existe quien se haga responsable de un potencial gobierno interino y de la transición. Kuczynski aún puede quedarse.

La información revelada sobre los tratos de una empresa vinculada a él con Odebrecht mientras fue ministro de Toledo es muy grave y amerita una investigación concienzuda. Un presidente en funciones puede ser materia de este tipo de escrutinio ante la justicia. Seguir el debido proceso es el escenario ideal para, por un lado, mantener la institucionalidad democrática y, por el otro, equilibrar la estabilidad política tan influyente en los mercados financieros. Kuczynski –asesorado por “reputados constitucionalistas”– decidió esquivar dicho escrutinio; hoy, si aún se puede hablar de su supervivencia, depende casi exclusivamente de este camino.

Se descarta la lucha en la arena de la movilización social. El antifujimorismo –sector que se ufana de su capacidad de movilización– ha abandonado, en su mayoría, cualquier intento de respaldo al gobierno ppkausa. No me sorprende su irresponsabilidad, pero sí me indigna. Este es el sector político que hoy debería ser coherente con su voto de segunda vuelta. Travistieron a Kuczynski de líder democrático y opción “republicana”, a sabiendas de que ha aprovechado ostensiblemente las puertas giratorias entre negocios y política en el Perú contemporáneo. Solo les importó la vendetta y algún puesto o fajín ministerial. Si el electorado antifujimorista estuviese en las calles sosteniendo al presidente hasta el último día con responsabilidad histórica –y no solo peleando con sus fantasmas–, hubiese continuidad.

El empresariado también hace gala de su ausencia. Ahora que su mayor “poster (old) boy” está en apuros, miran a los costados. Hace pocos días lo aplaudían extensamente en sus foros. Hoy se extrañan sus comunicados en prensa escrita y sus cabildeos para sostener al régimen. Ni siquiera el daño proveniente de la incertidumbre política en los pronósticos económicos del 2018 parece moverlos de sus cómodos asientos. Posiblemente no exista en nuestra historia mayor antecedente de gobierno proempresarial que el de Kuczynski. La clase “intelectual-tecnocrática” que hasta ayer aplaudía desde sus ‘think-tanks’ el glosario ppkausa de “destrabar” y de “APP” debería hoy apoyar a su principal exponente político.

El mensaje a la nación de Kuczynski no ha estado a la altura de las circunstancias, pero aun así es rescatable dentro de la mediocridad política que le rodea. (Por cierto, ¿dónde está el genio de sus ministros más políticos?). Presidentes con más apuros –Michel Temer en Brasil– han salido de situaciones peores. Creatividad y honestidad para los pactos políticos son requeridas para evitar una caída presidencial. Lo que venga después –ese mar de incertidumbre sin actores políticos de lealtad a las instituciones democráticas– podría ser peor.

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