¿Quiere usted entender qué implica en la vida diaria el que hoy solo uno de cada cinco peruanos sea pobre, mientras que hace poco más de diez años lo era uno de cada dos? Salga a la calle. Recorra los restaurantes, las tiendas de ropa, los mercados y los nuevos centros comerciales de su ciudad y verá en las caras, de sus nuevos millones de clientes, el cambio inmenso que ha implicado para ellos salir de la pobreza. En este artículo, le daremos algunos tips para reconocer las caras de este cambio.
¿Qué significa ser no pobre? Las diferentes formas de medir la pobreza coinciden en que ser pobre implica no poder cubrir adecuadamente las necesidades básicas, como vestirse, comer o tener un alojamiento decente. Ser no pobre (categoría que usaremos para quienes superaron la condición de pobreza) significa entonces tener ingresos por encima de lo indispensable para vivir y, por lo tanto, comenzar a tener una vida más decorosa. Si bien el dinero no hace la felicidad, todos los estudios muestran que la pobreza genera mucha infelicidad. Los no pobres sonríen más. Mire las sonrisas.
Como resultado de lo anterior, mientras los pobres pueden decidir sobre muy poco, los que dejan de serlo tienen más opciones para usar sus ingresos. Si lo que gano solo me alcanza para comer lo básico, mi elección está limitada a las marcas baratas del mercado. Si tengo mayores ingresos, entonces puedo elegir si salgo a comer un pollo a la brasa con mi familia, si envío a mis hijos al colegio privado, si ahorro o si me compro un vestido de moda. Mi capacidad y mi libertad de decisión se amplían. Antes salían a comprar con un objetivo fijo, hoy pasean viendo opciones que pueden interesarles. Mire los ojos.
Esa capacidad de decidir les otorga poder frente a las empresas, pues si antes dependían de lo que les ofrecían, ahora tienen en sus manos el destino de estas. Así, al salir a comer adquiero fuerza frente a los Norky’s, Roky’s, Don Belisario y las pollerías Juanita, pues yo decido si serán restaurantes exitosos o no. Y eso no solo los hace importantes para las pollerías, sino también para las tiendas de ropa, cines o escuelas privadas, que deben atraerlos a su categoría antes que gasten su dinero en otros rubros. Antes tenían temor de entrar, hoy las empresas hacen de todo para invitarlos. Mire los anuncios.
Lo mejor es que su mayor capacidad de decisión y su creciente importancia para las empresas generan un círculo virtuoso, pues al verse más buscados por las empresas, los individuos reconocen que tienen poder, y lo hacen cada vez más evidente. Si antes recibían lo que les daban, hoy se quejan y hacen respetar sus nuevos derechos, esos que las empresas deben considerar para no perderlos. Antes aceptaban, hoy exigen. Escuche las preguntas y vea los gestos.
Por cierto, más allá del poder de decisión en el consumo, salir de la pobreza tiene también muy importantes repercusiones políticas y sociales, que no podemos tratar ahora. Pero no se entienda que son temas opuestos, pues en la expresión de satisfacción y seguridad de ese albañil que va al mercado con su familia para comprar las cosas extras que ella desea, se puede observar a alguien que, lejos de convertirse en un esclavo del consumo, es alguien que salió de la esclavitud de no poder decidir lo que consume. Mire bien las caras.