FERNANDO VIVAS
Periodista
El uno a uno es subjetivo, como todo lo que nos une y todo lo que nos divide con Chile. Prefiero hablar de un empate y no de una victoria, porque el sentido profundo de todo esto -sincerémonos de una vez- no ha sido solo ganar soberanía sobre un pedazo de mar, sino reparar simbólicamente una catástrofe terrenal, la derrota de 1883.
Y no es un cero a cero, porque en los últimos tiempos, ambos países tenemos mucho camino recorrido, de coyunturales broncas y progresiva integración. Pues es hora de poner el acento sobre la última.
Sí es una victoria cívica y eso hay que subrayarlo. Ganan las sociedades civiles del Perú y Chile, capaces de resolver diferencias por la vía diplomática. Pierden los militares y halcones de acá y de allá, que nos han tenido podridos con hipótesis alarmistas que justificaban sus presupuestos armamentistas.
Chile aprenderá a moderar su soberbia y el Perú a aplacar su pica; aunque esta conclusión dramática no tiene aplicación cotidiana. Son tantos los negocios chilenos aquí y tantísimos los migrantes peruanos en Chile que la armonía pesa más que la mala entraña.
Esta armonía es más notoria en Tacna, antaño El Álamo criollo, capital de nuestro chauvinismo, hoy reconvertida en zona franca y hospitalaria para los visitantes chilenos que bancan su progreso. Tacna aplaudió apenas acabó la lectura del fallo, a pesar de que la frontera para sus pescadores artesanales sigue como estaba. Si el comercio y el sentido práctico obraron ese prodigio en los tacneños, el resto del país será más fácil de convencer de que el futuro con Chile es de colaboración y no de diferendos.
Mal haríamos -dando la razón al prejuicio chileno que ve al peruano como 'reclamón'- en establecer a partir de ahora una agenda de reivindicaciones: que la denominación de origen del pisco sea exclusiva para el Perú, que nos devuelvan el Huáscar, que nos manden los libros que se llevaron de la Biblioteca Nacional, que no patenten el suspiro limeño. Todos esos son procesos que toman su tiempo y algunos, como el del pisco, bien se pueden zanjar con un acuerdo comercial. Lo del Huáscar no debe estar en una agenda peruana. Es un barco perdido, un botín de guerra que bien haría el Perú en dejar de extrañar y Chile en dejar de atesorar.
Esta debe ser la agenda: acuerdos comerciales, gabinete bilateral como tenemos con Ecuador, convenios energéticos, facilidades para turistas y migrantes. Y, por cierto, hay un gran acuerdo que el Perú debe firmar para ser consecuente con los argumentos de nuestra demanda: la Convención del Mar. Solo remilgos de algunos militares y diplomáticos avalados por Alan García impidieron que el Perú la suscriba en los últimos tiempos. Sé que Humala, siendo Rafael Roncagliolo su canciller, quiso hacerlo para reforzar los argumentos de la demanda, pero García le aconsejó que no era conveniente a esas alturas. Pues ahora no veo objeción para firmar la Convemar.
Chile nos lleva la delantera en grandes inversiones en el Perú. Y los peruanos llevamos la delantera, sin haberlo calculado, en la proyección de nuestra cultura sobre Chile, sobre todo en música, en gastronomía y en el pasado precolombino que ha disparado el turismo chileno hasta convertir al Perú en su principal destino. Pues hay que meterle cálculo a ese flujo que ya se da espontáneamente, alentar la expansión de nuestra industria cultural sobre Chile, establecer 'joint ventures' y alegrarnos de ser buenos vecinos.