Keiko se retira de la política y renueva su amor con Mark. Fin del fujimorismo. Fin de la historia. Aplausos de más de medio Perú ‘naker’ e, incluso, de parte del conservadurismo que anda en busca de otros liderazgos.
Ojalá todo fuera tan fácil. Keiko todavía tiene que afrontar su juicio en libertad, tiene que volver a pasar revista a sus huestes y tiene que esperar las elecciones parlamentarias del 26 de enero como prueba ácida de la viabilidad de su tercera candidatura presidencial. No tendrá unas navidades tranquilas, pero serán mejores que las del 2018 en Santa Mónica.
Keiko vuelve a respirar la calle y vuelve a su principal problema político que, discrepando con mis colegas que dijeron que era el duelo posderrota, yo insisto en que es su identidad. ¿Tuvo sentido bregar por el voto liberal en Harvard? ¿Tuvo sentido, tras la derrota, dejar que los conservadores tomaran el partido? ¿Qué significa que sus dos cuadros más combativos, Daniel Salaverry y Rosa Bartra, hoy estén en otro lado?
El conservadurismo que tanto la presionó para usar su mayoría absoluta contra el Minedu ahora prefiere alojarse en Solidaridad Nacional. Media bancada tenía anticuchos que pesaron más que su trabajo legislativo y fiscalizador, cuando no siguió un instinto obstruccionista, interrogando a funcionarios por gusto; minando la colaboración con lo esencial de la agenda del gobierno. Keiko nos debe un profundo mea culpa por eso.
En el 2016 no solo buscaba ganar la elección, buscaba darle una definición centrista a Fuerza Popular, algo así como una derecha popular abierta a ideas reformistas sobre el emprendedurismo informal. Buscaba darle consistencia y disciplina, para que no se le desbordara, a esa descomunal mayoría compuesta básicamente de invitados con los más diversos intereses contrarreformistas.
Para esto, Keiko se decidió a matar figurativamente al padre, sacrificando a cuadros albertistas como Martha Chávez, Aguinaga y Cuculiza. Bueno, pues, si hoy Chávez encabeza la lista de FP por Lima es que hay un problema de identidad no resuelto, ¿no?
Luis Galarreta ha estado conduciendo el partido en nombre de ella, quien, según diversos testimonios que recogí de quienes la visitaban, se abstuvo de tomar decisiones en momentos cruciales. En los últimos meses se portó como una líderesa en suspenso, mientras que Galarreta y algunos pocos se concentraron en recuperar el control de la Mesa Directiva del Congreso y en conjurar la amenaza de disolución del Congreso con un pacto con el gobierno. Un ala de FP frustró el acuerdo y dio municiones al antikeikismo. Aún no termina el ajuste de cuentas interno. Keiko tendrá que participar en él y tomar algunas decisiones amargas.