La reciente votación en el Congreso que favorece el retorno a un sistema bicameral podría marcar un hito en nuestra trayectoria legislativa. Ayer la propuesta se aprobó con una amplia mayoría. De ser ratificada en una segunda votación, estaremos en el umbral de un cambio significativo en la estructura de nuestra gobernanza.
La bicameralidad es impopular (como se comprobó en el referéndum del 2018), pero es favorable para nuestro sistema democrático. A escala global, los congresos rara vez ganan concursos de popularidad, y el Perú no es la excepción.
Muchos se preguntan por qué querríamos más parlamentarios, si lo único que hacen es debatir. Pues precisamente por eso. Una cámara alta abre el espacio para que la deliberación de iniciativas legislativas sea exhaustiva y rigurosa. No faltan ejemplos de leyes que son aprobadas casi sin ser debatidas, con argumentos poco técnicos y textos legales que menoscaban desde el diseño institucional hasta los derechos más básicos de las personas.
Además de proveer un ‘doble filtro’ para la aprobación de iniciativas legislativas, la propuesta aprobada ayer en el Congreso también contempla que los parlamentarios puedan reelegirse, mas no en el mismo puesto. Es decir, pueden pasar de ser congresistas a senadores y viceversa.
La reelección parlamentaria es otra propuesta tremendamente impopular que también es saludable para nuestra democracia, pues ofrece mayores incentivos para la rendición de cuentas. La mera posibilidad de ser reelegido fomenta un enfoque de largo plazo en los legisladores. Si un parlamentario quiere que lo vuelvan a elegir, debe demostrarnos contundentemente que su trabajo ha sido loable y merece ser continuado. Por el contrario, cuando los congresistas saben que solo estarán ahí por cinco años (como ahora), se generan incentivos perversos que los motivan a maximizar beneficios (a menudo personales) en el menor tiempo posible. Como hoy podemos ver, este enfoque cortoplacista puede tener resultados adversos, no solo para la integridad del proceso legislativo, sino para nuestra democracia.
Es crucial recordar que la reelección no es una garantía, sino una oportunidad condicionada por la aprobación popular (los niveles de reelección parlamentaria en el Perú eran muy bajos aun cuando había reelección). Los legisladores deben ganarse el derecho a servir nuevamente y, nosotros, los electores, tenemos la última palabra para decidir si lo merecen.
Todavía hace falta que la propuesta se vuelva a aprobar con más de 87 votos en la siguiente legislatura para viabilizarse, y este tema se presta para un debate público muy rico que seguro veremos en las próximas semanas y meses. En todo caso, lo ocurrido ayer es un paso en la dirección correcta.