Estamos en el pico de la pandemia, con cifras diarias superiores a los 300 muertos, y nos hemos dado el lujo de hacer una campaña con caravanas de portátiles apiñadas, paseítos con apapachos sin distancia, plantones infecciosos y, el puntero Pedro Castillo, hasta hizo un mitin presencial en la plaza Dos de Mayo.
El Gobierno decidió tolerar todo eso porque Francisco Sagasti juró que tendríamos elecciones neutrales y porque, mientras los candidatos acaparaban la atención, pudo dedicarse a tareas urgentes sin que le lluevan ajos y cebollas. Miren nomás, como apenas se distiende la campaña tras la primera vuelta, el congresista Posemoscrowte Chagua le planteó una moción de censura, estirando la figura de que sigue siendo presidente del Congreso. (Ayer fue oportunamente desechada).
La tragedia son los muertos y la prioridad somos los vivos. Ahora se impone que el Gobierno, tan pronto se oficialice que Castillo y Keiko Fujimori pasan a segunda vuelta, hable excepcionalmente con ellos. Mejor que no lo haga el presidente, pues podría parecer impertinente; pero me parecería estupendo que el ministro de Salud y una pequeña comisión expongan a Castillo y Fujimori, las proyecciones de contagios con variantes y muertos por toda causa, y les pida encarecidamente que sean, ante la ciudadanía, un ejemplo de prevención.
Castillo no ha sido respetuoso de los protocolos, hasta ahora. El mitin de cierre el jueves fue un exceso por el que debiera pedir disculpas –sería bueno oírlas– y cuando recibió sus resultados triunfales en Tacabamba, se armó un jolgorio que hizo trizas todos los protocolos. Sin embargo, mientras amigos y correligionarios se olvidaban de la pandemia, y él se vio ante el enjambre de micrófonos de los enviados especiales, se colocó bien la mascarilla, como si –consciente de la altura en la que se encontraba– tuviera, ahora sí, que lucir responsable.
Porque de eso estoy hablando, no de ideología, neoliberalismo versus estatismo o nueva Constitución, sino de responsabilidad ante la vida. Si ambos, Fujimori y Castillo, se reclaman provida, que lo demuestren ante su manifestación plena: peruanos adultos que se pueden morir porque establecieron un contacto que quizá pudieron evitar si sus autoridades y líderes predicaban el valor de la prevención.
Pedro Castillo es profesor; que recupere el sentido de la pedagogía y sea ejemplo de lo que conviene hacer y lo que no. Keiko Fujimori tiene un plan que se llama Perú Abierto, pero más le vale dejar bien en claro que, en esta fase crítica, no hay que abrirlo todo. Si los dos candidatos que disputan la presidencia tienen un discurso similar sobre la prevención, y toman nota de lo que el Minsa les informe; caray, habremos dado un paso adelante.
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