A dos meses de las elecciones municipales y regionales, más de 100.000 personas están candidateando a puestos en los que solo una de cada diez saldrá elegida. En esta situación quizá los candidatos debieran reflexionar sobre la conveniencia de seguir en campaña o no. Aquí una propuesta de preguntas para esa reflexión:
1. ¿Tengo probabilidades de hacer una campaña decorosa? Muchas personas se entusiasmaron por candidatear, debido a su interés legítimo para ayudar a su ciudad e impulsados por un grupo de amigos que confían en ellas. Lo que no esperaron es que así piensan también una cantidad muy grande de otros hoy candidatos. Evalúe, por ello, si tiene usted algunas características y promesas radicalmente distintas a las del resto, que le digan que no solo tiene posibilidad de ganar (todo es posible), sino que tiene probabilidades razonables de lograrlo. Analice si está dispuesto a asumir la vergüenza de recibir solo un 1% de los votos.
2. ¿Estoy dispuesto a soportar los costos externos de hacer una campaña? Evalúe usted el tiempo que, si quiere realmente ganar, tendrá que dedicar a ello. Por ejemplo, ¿dedicará veinte horas diarias durante los próximos meses a visitar, puerta por puerta, las casas de los electores y escuchar sus demandas y necesidades? Piense que deberá soportar los ataques, amenazas y golpes bajos que sin duda vendrán de competidores. Por cierto, no tenga la ingenuidad de creer que si tiene usted algo que esconder (ese antiguo problema judicial o familiar, por ejemplo) no lo van a sacar a la luz.
3. ¿Tengo capacidad de cumplir lo que prometo en campaña? Si cree que sus probabilidades de éxito son razonables, debería preguntarse entonces cómo sería el primer día que le toque gobernar. ¿Tendrá la gente calificada o deberá seguir con el mismo personal que usted criticó como ineficiente? ¿Podrá cumplir con sus promesas, como “dar seguridad en 100 días” o lo dejará la ley “regalar 500 soles a cada familia”? Si no es así, tenga por seguro que su paso por el poder será una pesadilla desde el inicio, pues pasará su tiempo defendiéndose de todos los que quieren vacarlo. Y no olvide pensar en su vida al día siguiente de dejar el cargo. ¿Seguirá siendo usted ese ciudadano respetado en su comunidad o tal vez saldrá como mentiroso y sospechoso de corrupto, ineficaz como todos los de antes? No solo piense en usted, también piense en sus hijos.
Si su análisis superó a las preguntas anteriores, bravo. Siga adelante y pelee la elección con propuestas que la gente entienda y vea realizables. No les crea a quienes dicen que solo se puede ganar con argucias y engaños. No dude que los electores son inteligentes y capaces de reconocer lo que realmente les conviene, si se les presentan propuestas de manera clara y responsable, cosa que, ventaja para usted, pocos hacen. Y, si es elegido, cumpla con lo prometido y viva orgulloso del respeto que tendrá de la gente.
Pero, por favor, antes de seguir, repase las preguntas de este artículo. Y si tiene dudas, hágale un favor a su ciudad, a sus amigos, a su familia, a usted y a su bolsillo: abandone decorosamente la contienda hoy y mejor si, de paso, expresa su apoyo al candidato que crea más capaz de gobernar honestamente su ciudad. Usted quedará como un caballero (o dama), y todos se lo agradeceremos.