Los fenómenos naturales suelen ser oportunidades para los políticos. Todos recordamos las fotos de Alberto Fujimori durante El Niño de 1998 casi nadando en el lodo o el famoso “una sola fuerza” de PPK en el 2017.
Independientemente de cómo los gobiernos gestionen las emergencias, estas ofrecen condiciones para que un mandatario articule un mensaje de unidad nacional y se posicione como líder contundente (así sea solo en imagen). Para presidentes con poco soporte popular, la adecuada gestión comunicacional de una emergencia puede otorgarles oxígeno en el cargo (como PPK en el 2017).
El ciclón Yaku y sus efectos devastadores también trajeron consigo una oportunidad para Dina Boluarte. Con bajísima aprobación popular, una comunicación más efectiva hubiera podido ser un salvavidas para ella. En un contexto tan politizado, Boluarte desaprovechó la oportunidad de posicionarse como una figura unificadora en torno de un objetivo más humano. Su rol en la gestión de la emergencia ha dejado mucho que desear. No solo le faltó firmeza y tacto político, sino que se empeñó en echarle la culpa al gobierno anterior (del que, dicho sea de paso, ella formó parte como titular del Midis).
Como presidenta del país, es inaceptable una respuesta como “el Estado no tiene las maquinarias para afrontar la emergencia”. Mínimamente, Boluarte tendría que haber transmitido un sentido de seguridad a la población afectada. Sin embargo, el Gobierno nos ha reconfirmado lo que todos los peruanos ya sabemos: no podemos depositar ni un ápice de confianza en el Estado Peruano.
¿Hasta cuándo le van a echar la culpa a la gestión anterior? Es este gobierno el que tiene que tomar al toro por las astas y hacer lo que le corresponde. El expresidente Castillo está en la cárcel y sus aliados en el golpe probablemente esperen el mismo destino. La responsable actual es Boluarte. Si uno se convierte en presidente (o vicepresidente), esperamos que tenga claridad sobre la magnitud de los problemas del Perú y las herramientas para abordarlos. Es una falta de respeto a la ciudadanía que alguien llegue al poder y luego insinúe que no sabe cómo manejarlo.
Sí, la negligencia de gobiernos anteriores está costando vidas hoy, pero eso no exime de responsabilidad a las autoridades actuales. Queremos saber qué van a hacer para sacarnos de esta situación, independientemente de quién tenga la culpa. La narrativa del chivo expiatorio se desgasta y, con ella, el país.
Si Boluarte pretende quedarse en el cargo hasta el 2026 tiene que aprender a tomar decisiones de gobierno, a comunicarlas efectivamente y a supervisar estrictamente la gestión de los estamentos a su cargo (el Poder Ejecutivo). Los gobiernos anteriores pagarán sus penas, pero hoy le toca a ella encarnar la responsabilidad que el cargo le exige. No hay excusas.