Por supuesto que da pica oír a Sebastián Piñera con su ventolera del triángulo terrestre. Él la empezó el mismo día que recibió el fallo de La Haya y, este fin de semana que estuvo en Lima, se le vio incómodo aludiendo al tema. Yo lo vi casi arrepentido, cuando sostenía que nuestra agenda de desarrollo es más importante que cuatro hectáreas. Y añadió que no creía necesario pedir el arbitraje de Estados Unidos.
Claro que sería vergonzoso, para Chile y el Perú, llevar al extremo de la intervención gringa este malentendido. ¿Por qué se produjo? La hipótesis más creíble que manejan internacionalistas y diplomáticos peruanos es esta: Piñera no quiso terminar su gobierno con la relativa sensación de derrota que le deparó el fallo de La Haya. Por eso, su equipo extrapoló la parte de la sentencia que señala que el comienzo del límite marítimo es el Hito N° 1 y no el Punto Concordia, lo que da esa mínima diferencia de hectáreas. Y esto, pese a que la propia sentencia aclara que no involucra los límites terrestres, pues ellos están librados a tratados que no fueron materia del litigio.
Estoy convencido de que Michelle Bachelet, quien siendo presidenta electa hizo una lectura bastante conciliadora del fallo, deplora este regalito que le dejó Piñera. La corte de La Haya tuvo el tino de fallar luego de las elecciones chilenas, para no hacer bulla que pudiera alterar el rumbo electoral de una sólida democracia como la chilena. Pero Piñera no tuvo el tino de comerse su orgullo en nombre de la posteridad binacional.
No podemos resignarnos a volver al statu quo de los “asuntos pendientes”. Las Fuerzas Armadas del Perú y Chile estarán contentas con eso, pues se mantiene el eje de sus reclamos para ampliar el presupuesto armamentista. Y tenemos a dos presidentes, una ex ministra de Defensa y un comandante EP en retiro, que no están en las mejores condiciones para hacer el pare a sus militares pedigüeños. Para colmo, la Marina y la Mávila Huertas– que nos machacan la imagen bélica de Grau.
Tendremos que ser los civiles del Perú y Chile quienes afirmemos la voluntad de superar los intrascendentes asuntos pendientes y concentrarnos en la agenda de desarrollo. Mi actitud personal, como la de muchos con quienes he conversado, es olvidar ese triángulo de marras. Pero, ciertamente, esa no puede ser la actitud de una república que brega por afirmarse en el mundo, con su frontera intacta.
El Gobierno Peruano y Torre Tagle habían sido cautos con el tema, para no darle un rango de diferencia limítrofe con el gobierno de Bachelet. Pero ayer Humala replicó a Piñera, un ex presidente. ¿No era mejor dejárselo a los diplomáticos? ¿Otra vez politizando el antichilenismo?
Debemos dar señales efectivas de una voluntad de matar el tema. Que se difunda que ese árido triángulo vale muy poco tal como está (además, su costa es “seca”, pues el mar adyacente no nos pertenece), pero que valdría más si lo consideramos intangible y se construye un parque a lo Tiwinza, un faro, una torre, una pirámide de estilo prehispánico, cualquier monumento elevado a la concordia –para que sea oteado a la distancia– que simbolice que hemos pasado la página de una buena vez.