Qué duda cabe de que uno de los ideales de belleza en la actualidad es la esbeltez: es decir, “estar flaca”. Empero, el asunto complicado es cómo y quién determina cuál debe ser el peso de una mujer. No importa que tengas 50 años o 20, que hayas tenido hijos o no; debes siempre pesar igual, pues si no será imposible “entrar” en la ropa que las tiendas ofrecen. Hace unos días unas amigas en la edad de los 50 –que podríamos catalogar como delgadas– me dijeron que no entraban ni en la talla XL, y otra apuntó inmediatamente: “Si no entras en la ropa de las chicas jóvenes, te ves condenada a vestir como una vieja, pues la ropa un poquito más grande se parece a la de mi abuela”. A esto agreguemos que las costureras a domicilio han ido desapareciendo a la par que crecían las grandes tiendas por departamentos. Las pocas que quedan (si excluimos a las de alta moda) están destinadas a hacer arreglos de prendas compradas de antemano: bastas, una pinza por aquí y otra por allá.
Los tiempos han cambiado y a las mujeres no nos queda más que intentar entrar en las diminutas ropas de las tiendas bajo el yugo de revistas, modelos y tablas médicas que no sabemos muy bien con qué criterio se hicieron hace décadas. Bueno, y no olvidemos las despiadadas miradas de nuestras amigas.
Acá algunas de las dietas extravagantes o locas a las que muchas de ustedes o sus conocidas se han sometido alguna vez. Colocarse un ajo en el ombligo durante una semana es la más antigua que recuerdo. Luego, apelar compulsivamente a las cremas reductoras de medidas. Los yesos que fajaban fuertemente el vientre para impedir la ingesta de alimentos, y hoy, los yesos fríos colocados por unos minutos. Si no se quería recurrir al yeso, quedaba la oportunidad más económica de fajarse todo el cuerpo con plásticos mientras se caminaba o se corría con la idea de perder peso, aunque lo único que se perdía era agua corporal. Otra gama de dietas están ligadas a alimentarse exclusivamente con un solo alimento, por ejemplo, sopas de todos los tipos que debían tomarse todo el día (la que más recuerdo, por desagradable, es la sopa de repollo), algunos dietistas recomendaban masticar manzanas todo el tiempo. Siguiendo la lógica opuesta, aparecieron algunos años atrás las dietas que prometían perder kilos comiendo exclusivamente grasas: tocinos, salchichones, mantequilla, etc. Hablando de grasas, algunos nutricionistas recomiendan que si no bajamos de peso siguiendo alguna dieta, por ejemplo las del tipo de las ensaladas lechugas y pollo hervido, debemos “engañar al organismo” comiendo durante un día solo chocolates y tortas. Hoy están de moda los batidos de todos los tipos, los que se compran para sustituir una comida y los que consisten en licuar alimentos no atractivos otorgándoles encanto con la palabra ‘smothies’. Finalmente, las pastillas “mágicas”, que llenas de anfetaminas y sustancias tiroideas mandaron a más de uno a la clínica. Olvidaba en esta loca lista la ingesta de pepas de frutas como las de zapallo o papaya. Y, finalmente, las más delicadas, como las operaciones para reducir el estómago.
Es increíble todo lo que hacemos por entrar en ropa diseñada para cuerpos estándares; pues allí vamos sufriendo por el mundo.